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CRITICA
Por: PACO CASADO
La película cuenta la historia de aquellas chicas que tratan de ser aspirantes a estrella y las dificultades que encuentran en el camino.
Algunas sueñan con ello con más fuerza que otras y este film es de los primeros que narra ese afán en una pantalla de cine.
Una joven llega a Hollywood con el sueño de triunfar en el estrellato y lo alcanza únicamente con la ayuda de un actor, Norman Maine, un protagonista alcohólico cuyos dias de éxito han quedado ya atrás.
Hay otras anteriores pero esta de William A. Wellman es de las primeras que la realizó en 1937, en la que desdobló su tarea como director de encargo con la de argumentista y guionista y a la vez reflejar el poder del productor que en este caso es el todo poderoso David O'Selznick que en aquellos tiempos el dueño del estudio tenía la capacidad de contrlar las realizaciones, y sobre todo el montaje final que se hacía de las mismas.
Ouede que el ejercicio sutil que tiene este film de burlar la vigilancia del gran jefe sea lo más valioso de esta cinta, que se anticipa a muchas otras en esta práctica.
Aquí se cuenta la fulgurante historia de una muchacha provinciana que sueña con llegar a ser una famosa estrella de Hollywood y que lo consigue en un brevísimo espacio de tiempo.
Al fin y al cabo Estados Unidos es la tierra de las oportunidades para millones de personas que se proponen lograr algo en su vida.
William A. Wellman se pliega a las exigencias en cuanto a introducir una serie de arquetipos cuando no tópicos, en todo melodrama que se precie.
Abuela benefactora, gente buena por todas partes, y aprovechamiento de la primera oportunidad.
Y sin embargo, es capaz, también de inocular el purificador veneno de evidenciar las esclavitudes del sistema, que él acepta de buen grado.
La historia avanza para bien conforme pasan los minutos de proyección, y logra un clima melodramático que atrapa en todo momento el interés del espectador.
Todo tiene un precio, en especial ir a triunfar a Hollywood, donde el mundo real es muy diferente al del que se refleja en el celuloide, pero está narrado con el suficiente oficio como para que no se asombre nadie.
Llama la atención el crepúsculo del actor que interpreta Frederic March, la verdadera estrella, que está por encima de Janet Gaynor, en una antológica y trágica escena final, numerosas veces repetida y copiada en muchas cintas.
El director William A. Wellman puede ser considerado precursor de los melodramas que le sobrevivieron, en los que lo sentimental, lo dramático y lo emotivo, se conjugan con singular maestría.
Oscar a la mejor historia original para William A. Wellman y Robert Carson y premio honorario para W. Howard Greene por la fotografía en technicolor.
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