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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cualquier persona que viva en un bloque de viviendas habrá tenido oportunidad de asistir alguna vez a la típica asamblea de vecinos para dar un repaso a las cuestiones que atañen al edificio.
En este caso se trata de la citación para que los integrantes de la comunidad decidan si por fin se cambia el ascensor que está que se cae a pedazos y cualquier día puede producirse un lamentable accidente.
Tras la votación todos están de acuerdo, pero uno de los vecinos, Alberto, por fin ha conseguido alquilar su piso y todos lo felicitan, pero cuando se enteran que el inquilinos, un tal Joaquín, compañero de trabajo de Alberto, proviene de una reinsercción social y que ha estado en tratamiento de salud mental, las opiniones se vuelven lanzas, a pesar de que Alberto lo defiende de que no es agresivo, pero todos sacan a relucir la hipocresía, los prejuicios y la xenofobia que llevan dentro.
Tan solo una mujer sale en su defensa ya que ella también padeció de lo mismo y nunca han tenido ningún problema con ella.
Apuntar algo del tema que trata un corto que dura 14 minutos es casi explicarlo por entero, pero no obstante es interesante ver la actitud de las personas ante una situación que de momento cambia de repente y casi todos se ponen en contra demostrando una actitud que no siempre es acertada a priori, sin saber lo que pueden pasar en otras circunstancia y no somos tolerantes para con el prójimo tanto con Alberto, al que le hace falta ese dinero, ni con Joaquín al que no conocen, aunque esté avalado por su convecino.
La historia, inspirada en un hecho real, está contada mediante un plano secuencia bien elegido por el cineasta extremeño Santiago Requejo, el director que debutó en el largometraje con @buelos (Nunca es tarde para emprender) (2019), exponiendo la materia a tratar con acierto y lo mismo diríamoss del breve trabajo de los actores.
11 premios internacionales. Nominado al mejor corto de ficción en los Goyas 2021.
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