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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hubo una época en nuestro país en la que no se podían repetir los títulos de las películas, pero desde hace ya tiempo esa norma se ha olvidado por completo y ahora nos encontramos con que 'La última película' (2021) de Pan Nalin, se puede confundir con la de igual título de Peter Bogdanovich de 1971, aunque en el título inglés varia la palabra Film por la de Picture.
Cuando la magia de las películas conquista el corazón del pequeño Samay, un niño de tan sólo nueve años, que vive con sus padres y su hermanita pequeña en Chalala, un perdido pueblecito de la India, donde tienen un humilde puesto de té en la estación de tren, lo que apenas le da para subsistir.
Un día el padre lleva por primera vez a la familia al cine y allí Samay descubre su magia quedando asombrado de cómo se juega con la luz, por ello con frecuencia deja de asistir a la escuela y se mete en el Cinema Galaxy, la única sala de cine que hay en ese lugar.
Más tarde consigue hacerse amigo de Fazal, el proyeccionista que, a cambio de su deliciosa comida, le deja subir a la cabina para desde allí ver la película sin tener que pagar.
Pronto se da cuenta de que esa magia es producto de la luz que sale del proyector que se convierte en una historia y ésta en el sueño de los espectadores que se divierten con sus imágenes.
Día a día Samay va aprendiendo el oficio de operador, a colocar los rollos en la máquina, haciendo los empalmes cuando la cinta se rompe y cuantos movimientos hay que hacer en la cabina a la hora de la comenzar la proyección o arreglar algún desavío.
Samay contagia a sus amigos y consiguen robar algunos rollos y proyectarlos con un improvisado aparato de proyección que se han construido, aunque sin sonido (algo que resulta muy convencional y poco probable).
Ello le originará algún disgusto y varios azotes de su severo padre, por faltar a la escuela y cometer algún pequeño delito, pero finalmente conseguirá, tras mover cielos y tierra, hacer realidad su sueño, sin saber el futuro que le espera.
Este film es un hermoso homenaje al cine desde el punto de vista del pequeño Samay cuya historia se basa en la propia infancia del cineasta Pan Nalin, que es el autor del guion y de la dirección.
Es muy recomendable para las nuevas generaciones de espectadores que van al cine en estos momentos para saber cómo era antes cuando se hacía en celuloide de 35 milímetros y conocer por dentro los entresijos de la proyección, que no es como se hace ahora con los nuevos métodos modernos, que también llegan al cine de ese pueblecito ocasionando el despido del pobre operador que no conoce la nueva técnica de proyección.
Es esta una historia de este pequeño héroe que vive prácticamente en la pobreza, que sueña con el cine pero al que su familia no lo toma en serio, fascinado por esas imágenes que cuentan historias.
El cineasta indio Pan Nalin hace con ésta su obra autobiográfica, en parte, con algo de aporte de ficción, en la que ofrece un homenaje al cine en general desde las producciones mudas de los hermanos Lumière pasando por los más modernos realizadores del cine actual.
Es meritorio el trabajo que lleva a cabo el novato pequeño actor Bhavin Rabari que carga sobre sus hombros todo el peso de este film, a pesar de su corta edad, así como de sus compañeros de la pandilla que lógicamente, por sus años, no son actores profesionales, sino simples niños en edad escolar.
Pan Nalin es un director autodidacta del que únicamente conocemos su cinta 7 diosas en la que se reunía a siete mujeres de distintas profesiones y niveles sociales improvisando un debate sobre sus problemas.
Aquí, a pesar de su exceso de metraje, se deja ver con interés esta especie de versión hindú del Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore, con la que tiene muchos puntos de contacto.
Premio del público en el Festival Mil Valley. Espiga de oro en Valladolid.
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