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CRITICA
Por: PACO CASADO
A raíz de la moda del thriller en el cine americano, ya cada vez va resultando más difícil ser original en este género.
Pero de vez en cuando alguien más lo intenta, aunque no le salga un productototalmente redondo.
En este caso es el guionista británico Bruce Robinson, laureado con el Oscar por el guion de Los gritos del silencio (1984), quien se mete a director, con su tercera película, para llevar a cabo un guion original suyo.
En él John Berlin, un buen policía de Los Angeles, tras salir del trauma de la separación de su esposa y la pesadilla del alcohol, marcha a Eureka, un pueblo tranquilo en las montañas, para recuperarse, a las órdenes de su cuñado, también policía.
Pero a poco de llegar se comete un crimen y se ve de nuevo enfrascado en lo suyo, para de esa manera alejar sus propios fantasmas.
El hallazgo de una mano en un basurero le da la primera pista y comienza a investigar y en ello cococe a Helena, una chica ciega, amiga de la desaparecida.
La trama está llevada bien a lo largo del relato salpicado por algunos hallazgos parciales, aunque el guion en el último tercio se embarulle algo, a raíz de la secuencia de la escalera de la residencia de ciegos.
La película, al margen de su argumento, consigue un ambiente obsesionante, con la constante lluvia o nieve que es como símbolo o cortina que no deja ver con claridad, en paralelismo con la ceguera real de la protagonista o la incapacidad policial para dar con un asesino que de tarde en tarde actúa.
Y en este sentido destaca la fotografía de Conrad Hall, con contrastes acusados y matizaciones interesantes.
En su punto la actuación de Andy García, encantadora Uma Thurman, eficaz secundario Lance Henriksen y breve la interpretación de John Malkovich, para un digno producto policiaco.
Premio especial del jurado, del público, a la fotografía y a los actores Una Thurman y John Malkovich en el Festival de Cognac.
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