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CRITICA
Por: PACO CASADO
El tema de los personajes que se toman la justicia por su mano no es nuevo en el cine norteamericano.
Pero lo que sí puede ser novedoso en este caso es que sea una pobre mujer, una madre de familia, felizmente casada y con dos hijas a la que le matan y violan a una de ellas, que ve impotente cómo el criminal, por una argucia de la justicia, sale en libertad sin cargos, por lo que intenta hacer la justicia por su cuenta y riesgo.
Cuando el sistema judicial falla en mantener en la cárcel al asesino y violador, ella busca la manera de hacer la justicia que realmente merece.
La película no trata del tema de la venganza afrontada abiertamente, sino del calvario que pasa esta mujer, del destrozo que ha hecho un desaprensivo psicópata en su vida, de las alteraciones psicológicas que le produce la pérdida de su hija en unas circunstancias como esas.
A pesar de tratar de colaborar con la policía y de prevenir sobre las acciones del criminal, las autoridades se ven impotentes por falta de pruebas.
Se pone en contacto con organizaciones de madres y padres en iguales circunstancias y hasta se le cruza por la mente la idea de la venganza, que finalmente la descarta.
Tan sólo hay una salida: atacar al criminal con los mismos trucos judiciales mediante los cuales salió en libertad.
La ley tiene una serie de huecos ante los que no se puede hacer nada, los cuales deja indefenso al ciudadano honrado ante el criminal.
Pero también abre otras ventanas por las que poder colarse y utilizar las mismas armas de manera legal.
El director británico John Schlesinger ataca de forma valiente este interesante tema.
Ante la resignación del marido opone la valentía de la esposa que como una leona en celo defiende lo que es suyo.
La en otro momento aguerrida Norma Rae (1979), ganadora de dos Oscars, Sally Field, sabe meterse en la piel de esta mujer valiente, tanto en los momentos de tristeza y dolor como en los más arriesgados en los que ha de enfrentarse sola ante el peligro.
Equilibrado y en su justo término el veterano Ed Harris, sensato y en su sitio el siempre eficaz Joe Mantegna.
La música de James Newton Howard sirve para ilustrar los momentos más tiernos del argumento, sumándose así a los valores de este emocionante film.
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