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CRITICA
Por: PACO CASADO
El éxito de la película Gilda (1946) llevó a la productora Columbia a reunir de nuevo ante las cámaras a Rita Hayworth y Glenn Ford, bajo la dirección, otra vez, de Charles Vidor.
Se eligió también un ambiente exótico, nada menos que la Sevilla de principios del año 1820, donde transcurre la acción de la novela de Próspero Merimée que convirtió a la cigarrera en un mito, después reelaborado por prestigiosos directores como Carlos Saura, Jean-Luc Godard, Francesco Rosi etc.
En la Sevilla de 1820, José Lizarabengoa, un oficial de dragones, de origen navarro, se ve irresistiblemente atraído por el encanto de una hermosa pero amoral mujer, Carmen, una gitana salvaje que acaba de conocer, dueña de un inexplicable y poderoso atractivo y embrujo femenino.
Aunque el militar lo ignora, sobre Carmen pesa una maldición fatal, un trágico sino que hace que acarree la tragedia sobre todos aquellos hombres que la amen.
El soldado no será la excepción de esta regla cuando la gitana lo seduce para que traicione su honor y sea posterirmente expulsado del ejército.
Como cumpliendo un mandato inexorable se hará un delincuente, al dar muerte al marido de la gitana, convirtiéndose así en un proscrito que será perseguido por la justicia debido al delito que ha cometido.
El guion está basado en la novela Carmen de Próspero Merimée de la que también saldría la ópera de Georges Bizet.
Evidentemente Charles Vidor se plantea el tema desde el punto de vista más convencional y las ilustraciones musicales del gran compositor italiano Mario Castelnuovo-Tedesco, tampoco superan los límites de la pincelada folclórica española.
Por su parte Rita Hayworth y Glenn Ford no reeditan, ni mucho menos, sus actuaciones de Gilda (1946) y el magnetismo de la pareja parece haberse difuminado por completo.
La pelirroja actriz se hallaba en un momento crítico de su carrera por su romance amoroso con Ali Khan.
Glenn Ford no se mueve a gusto en un personaje acartonado y de tintes grotescos, aunque mejora en la parte final.
Una brillante fotografía en technicolor y música española para adornar las imágenes.
Una españolada, en resumen, que pasó sin pena ni gloria.
Fue nominada al Oscar la fotografía en color de William E. Snyder.
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