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CRITICA
Por: PACO CASADO
Laurence Olivier, hombre eminente dentro del teatro inglés, gran actor y aceptable realizador cinematográfico, que ha llevado en varias ocasiones obras de William Shakespeare a la pantalla, ha emprendido, esta vez la tarea de plasmar a uno de los más destacados dramaturgos rusos.
Ha comenzado por conservar todo desde el espíritu de Chejov hasta la letra e incluso el esquema teatral de la obra al traspasarla a la pantalla.
Es pues fácil adivinar incluso los actos mediante cierre en negro o cambio de decorados generalmente únicos para cada secuencia o con ligeras modificaciones que le permitía la movilidad y facilidad de la cámara cinematográfica.
Pero al mismo tiempo ha aprovechado también las ventajas del cine, consiguiendo dar planos más cortos aunque en otras ocasiones son los mismos actores con su movilidad en la escena los que casi montan cinematográficamente los planos.
El experimento no deja de ser curioso, aunque también es verdad que a veces el ritmo se hace cansino y lento en ocasiones.
Pero esto está compensado con la soltura y el lenguaje de Chejov que hace que nos deleitemos con la notable interpretación de los actores, pertenecientes en su mayoría al Teatro de la Compañía Nacional de la Gran Bretaña.
El escritor nos da su visión de la sociedad rusa de comienzos de siglo mediante el retrato de las tres hermanas y de las personas que se introducen en sus vidas, cada una símbolos de esa sociedad decadente en sus formas.
Una extraordinaria interpretación sobre todo de las tres hermanas, bien secundadas por Olivier y Bates, así como el resto de la compañía.
Una gran calidad de fotografía y buen uso del color, así como de los decorados, captando fielmente el ambiente ruso lo que ocasionó la admiración y entusiasmo de la delegación rusa cuando fue proyectado el film en Venecia en 1970.
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