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CRITICA
Por: PACO CASADO
A veces se usa el nombre de un famoso literato y de una de sus obras más conocidas e incluso sus personajes para crear un argumento que poco tiene que ver con el texto original para hacer una nueva película sobre esa historia.
Ya tuvimos ocasión de ver recientemente una nueva versión de El libro de la selva, según lo escrito por Rudyard Kipling.
Poco después se toma de nuevo el nombre del autor y de sus protagonistas, y se retrocede en el tiempo para contarnos la infancia del niño criado de forma salvaje en la selva.
Cuenta la historia de este niño abandonado en las tierras salvajes de la India, criado por una pantera, un elefante y un oso.
Mowgly, que así se llama, debe aprender las costumbres de la civilización cuando su tío Buldeo se entera de que el chico perdido hace mucho tiempo, aún vive ayudado por sus amigos los animales, con un explorador de circo de Barnum and Bailey van a buscarlo.
Atraídos por esta leyenda unos cazadores pretenden apresarlo para exhibirlo en la pista de un circo contribuyendo así al espectáculo.
Con este leve argumento el pequeño Mowgli se lleva todo el tiempo rugiendo como un animal y de vez en cuando articula algunas palabras de forma perfecta sin que nadie le haya enseñado a hablar.
Lo cierto es que el pasatiempo que se han inventado, por el que también aparecen de vez en cuando el oso Baloo, el lobo gris y la pantera Bageera, es de lo más aburrido y no le interesa ni a los pequeños espectadores a los que en principio debería ir encaminado.
El guion de Matthew Horton y Bayard Johnson está basado en la novela escrita por Rudyar Kipling.
La dirección y la interpretación contribuyen a ello.
Tan sólo destaca la luminosa fotografía en color que lleva a cabo Adolfo Bartoli.
Roddy McDowall fue nominado al premio Stinker como peor actor de reparto.
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