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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine europeo a veces quiere imitar al cine nortamericano, como con también con frecuencia sucede al contrario, pero hay algo que no acaba de captar.
Eso es lo que se detecta en esta comedia escrita por la realizadora belga Chantal Akerman, en la que dos personas intercambian sus respectivos apartamentos, en Nueva York y en París, sin conocerse.
Henry es un psicólogo de gran prestigio, con una vida ordenada, metódico, con un piso de lujo en pleno Manhattan; ella es Béatrice, una bailarina desordenada, de vida bohemia, que habita en un ático pequeño, viejo, ruidoso, con goteras, con mil y un desperfecto, que termina con un ataque de nervios.
Él pronto se cansa del habitáculo a pesar de ponerlo todo en perfectas condiciones de funcionamiento y vuelve antes de tiempo interesado por la personalidad de su dueña, haciéndose pasar por un enfermo ya que le ha suplantado en la consulta, con gran contento de los pacientes.
No cabe duda que el argumento es totalmente convencional y en la comedia todo vale, aunque sea para hacer una crítica feroz del psicoanálisis y del uso que los norteamericanos hacen de él.
Lo que hubiera sido una deliciosa película de enredos se queda a mitad de camino, en una cinta larga, premiosa, sin ritmo, a pesar de tener a dos buenos actores principales, especialmente Juliette Binoche, más que William Hurt, al que vemos un poco apagado.
El film se puede ver beneficiado por el éxito en la consecución del Oscar de la actriz francesa.
El secreto de la comedia americana no ha sido captado en este caso por Chantal Akerman, a pesar de poseer los ingredientes necesarios para ello, incluida una estupenda banda sonora compuesta por Sonia Wieder-Atherton, pero no alcanza a darle el ritmo adecuado.
Mención especial del jurado ecuménico en el Festival de Karlovy Vary.
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