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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es un antiguo proyecto que estaba pensado para Robert Altman y que finalmente, veinte años después, ha realizado uno de sus más aventajados alumnos, Alan Rudolph, gracias a la aportación de Bruce Willis que no sólo rebajó su caché, sino que entró en la producción.
Igual ocurrió con Nick Nolte y los demás actores.
Es una comedia negra que se basa en la ácida y dura novela homónima de Kurt Vonnegut jr., publicada en los años setenta.
La acción se situa en un pueblo ficticio en el medio oeste donde vive un empresario vendedor de coches de lujo que está al borde del suicidio porque ha perdido la cabeza, y busca una voz que le suministre respuestas a su falta de identidad al no encontrarle sentido a su vida, a pesar de que lo tiene todo en este mundo.
Su hijo vive en el refugio antibombas y su esposa suicida tiene una aventura con su gerente de ventas.
La encuentra en Kilgore Trout, un pobre escritor cuyas obras son muy apreciadas, pero vive en la miseria.
A pesar de tener varios nombres de primera fila en el reparto, Rudolph no ha dispuesto de un elevado presupuesto para este melodrama que sigue llevando el sello de cine independiente.
La cinta es una desmadrada parodia del consumismo de la sociedad actual, con intención de sátira social, en la que el director no ha controlado bien los resortes y el producto se le va de las manos a todas luces, desembocando en el más alocado disparate, con un mensaje desfasado y un estilo avejentado que no interesa, resultando una película que defrauda hasta a los más apasionados seguidores de su cine.
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