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CRITICA
Por: PACO CASADO
Nikita Mikhalkov, el director de estupendas películas como 'Siberiada' (1978), 'Ojos negros' (1987), 'Quemado por el sol' (1994) ganadora del Oscar o 'Urga, el territorio del amor' (1991), lleva a cabo su largometraje más ambicioso en esta su primera producción rodada en inglés y con el presupuesto más caro del cine ruso, para hacer una historia de casi tres horas que se podía haber contado en la mitad de tiempo.
Jane Callahan, una mujer americana, es contratada por un amigo para que conquiste a un político ruso, el general Radlock, con el fin de que le ayude a financiar su invento, una maquinaria para talar árboles, que llama El barbero de Siberia.
Pero ella se enamora de un cadete y la historia transcurre por derroteros imprevistos.
El film se inicia en 1905 cuando Jane, ya mayor, escribe una carta a su hijo, que estudia en West Point, para contarle la verdad acerca de su nacimiento y en un flash back nos lleva a 1885 donde se inicia el relato.
En la continuación tiene poco que contar y mezcla el drama y la comedia, sin apenas gracia, como ocurre con el gag alargado del suelo resbaladizo.
Este canto al zarismo resulta a veces cursi, con la introducción de algunas notas folclóricas rancias.
Por contra la historia de amor y sentimientos en la decadente Ruisia de finales del siglo XIX, está bien contada, con un poderoso sentido de la imagen, esfuerzo que resulta inútil ante lo insulso del tema.
El guion está desequilibrado y la dirección no tiene el pulso necesario.
La simpatía de Julia Ormond ayuda a sobrellevar las largas horas de proyección frente al insulso Oleg Menshikov, siempre con cara de payaso, y un Richard Harris fuera de su sitio.
Lo mejor es su rica y variada banda sonora y la espléndida fotografía con una buena composición visual.
Poco bagaje para un director que demostró ser de lo mejor del cine ruso no hace mucho.
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