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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras cinco años de ausencia de las pantallas el director inglés Terence Davies se mete en el sofisticado mundo que nos ofrece la novela de la escritora Edith Warton del Nueva York de principios del siglo XX, la misma autora de La edad de la inocencia.
La historia transcurre entre los años 1905 y 1907 en los que Lily Bart, sin tener una fortuna propia, intenta introducirse en la alta sociedad tratando de aunar los trazados de su corazón con alguien con fortuna, pero no acaba de encontrarlo, lo que unido a la pasión por el juego le lleva a los peldaños más bajos, a la humillación y la desgracia personal.
Está enamorada de Lawrence Selden, pero ella quiere optar a conseguir un partido mejor.
El director británico Terence Davies se ajusta al mundo descrito por Edith Warton y debido a no tener un elevado presupuesto, opta por la austeridad, a pesar de lo cual logra reproducir el ambiente, la época, los trajes y costumbres bastante bien, dotando al film de un estilo narrativo peculiar, aunque algo distante.
Una obra difícil de adaptar a la que cambia algunos diálogos para llegar mejor al fondo de unos personajes que, indolentes y ociosos, llevados por el tedio y el aburrimiento, se dedican a criticar a los demás y levantar más de un falso testimonio, dadas las pacatas costumbres y la moral de la época.
No hay en la película sólo la trama de intrigas, celos, sacrificios y maledicencias, sino también una crítica a esa sociedad y a su asfixiante moralina, de la que hace un buen retrato.
Muy bien la fotografía y la música, casi irreconocible Gillian Anderson, seguida por el resto del ajustado y amplio reparto.
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