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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tras pasar por los festivales de Haifa y más recientemente el de San Sebastián, llega puntualmente a las carteleras españolas 'La isla roja' (2023), dirigida por Robin Campillo.
La acción de esta historia se sitúa en la isla de Madagascar, en la década de los años setenta, en una de las últimas bases aéreas que tiene instaladas el ejército francés en el extranjero, donde las familias de los militares, allí desplazados, viven los últimos días del imperio del colonialismo galo.
Thomas López es un niño de diez años, que vive en una de esas bases militares francesas, en compañía de sus padres Robert y Colette, y sus dos hermanos mayores, así como de su amiga vietnamita Miangaly, en el año 1971, en la isla roja de Madagascar.
Sus padres y su círculo de amigos, poco a poco van tomando conocimiento de la política territorial, de que están viviendo los últimos momentos del colonialismo.
Mientras tanto Thomas encuentra una salida a su imaginación en las hazañas que lee de la cazadora de criminales Fantômette, de las que se nos ofrece alguna que otra escena, un personaje que iba dirigido fundamental y directamente a las niñas, que fue creado por Georges Chaulet.
A Thomas le gustan mucho esas aventuras de su heroína favorita Fantômette que ejerce en él una gran influencia la lectura de sus tebeos, que comenta con Miangaly, su amiga de su misma edad, mientras observan ambos con fascinación el mundo de los mayores que les rodean
Entre tanto van conociendo de forma gradual otra realidad conforme van creciendo, hasta que llega el día de la despedida.
De fondo se tocan también los problemas del colonialismo por parte de los nativos, como la enseñanza del francés, lo que origina alguna que otra manifestación o revuelta y también el encarcelamiento de algunos de ellos, que finalmente son puestos en libertad, aunque siguen reivindicando públicamente a su llegada su derecho a la independencia ya conseguida.
La dirección se le ha encargado en esta ocasión al cineasta francés, nacido en Marruecos, Robin Campillo, del que recordarán '120 pulsaciones por minuto' (2017), que nos cuenta aquí algunos de los recuerdos de su infancia, siendo Thomas una especie de alter ego del director.
La película mezcla la realidad con algo de fantasía y el tema político en la isla africana que aunque ya era una república independiente aún quedaban algunos ramalazos del coloninalismo.
La mirada infantil del niño protagonista se impone en muchas ocasiones a los problemas de los mayores que se tocan un poco de pasada, sin profundizar mucho en ello y esto hace que no interese demasiado al espectador que observa cómo lentamente transcurren los minutos sin que pasen asuntos que interesen mayormente.
Correcto el trabajo de los adultos entre los que figura el español Quim Gutiérrez en el personaje de Robert, de ascendencia española, así como de los dos menores protagonistas.
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