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CRITICA
Por: PACO CASADO
Artesano hábil, pero irregular, el director Phil Karlson, se muestra inspirado en temas de acción violenta a cuyos films les da un tono muy particular.
Así fue en 'Calle River 99' (1953), una notable cinta del cine negro norteamericano, y en 'El cuarto hombre' (1952).
También en 'El salario de la violencia' (1958), una película del oeste bastante inspirada que plantea dos temas paralelos, dos problemas, que terminan confundiéndose.
Lee Hackett es un ranchero viudo y poderoso, dueño de un próspero rancho, que vive con sus dos hijos, David y Ed.
Pretende hacer de ambos unos ciudadanos respetables, aunque su favorito es Ed, el mayor, el más diestro para hacer la faenas del rancho.
Siempre protege a su salvaje hijo mayor al rebelde Ed pagando daños y sobornando a testigos, que éste es un muchacho pendenciero y caprichoso, que no duda en asesinar deliberadamente a un mestizo.
Eso fue así hasta que sus crímenes se vuelven demasiado graves para respaldarlos.
Ello le lleva a una carrera de pistolero y finalmente a una confrontación con su padre.
La acción se desarrolla en la elementalidad del Oeste, en dos ámbitos distintos, la educación personal y el orden social.
El film plantea el enfrentamiento de dos generaciones.
Por un lado un hombre que se ha hecho a sí mismo, que le tocó vivir una época difícil en la que los conflictos se resolvían cara a cara y con un revólver en la mano.
Por otro, su hijo mayor, al que educó de forma violenta para que se pudiera defender solo, que ha crecido a su sombra y al que siempre ha querido igualar.
Pero los tiempos han cambiado y ahora en época de paz esos métodos ya no son válidos.
La violencia que ayer era legal hoy ya no lo es.
Son los aspectos social y familiar que se confunden.
Cinta contada en imágenes sencillas, con una dirección convincente y dos buenos actores, Van Heflin y Tab Hunter.
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