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CRITICA
Por: PACO CASADO
Andrew Victor MacLaglen se está convirtiendo en un director asiduo del género western que suele rodar rápido al menos una película al año.
Resultan ya lejanos los días en los que hiciera sus primeros films inspirados directamente en los de John Ford, caso de 'El gran MacLintock' (1963), por lo que se le consideraba su discípulo, pero ya se ha convertido en un realizador con más autonomía y estilo propio y tal vez con una mayor personalidad y con temas que tienden al humor, en principio de corte socarrón.
En estos momentos sus argumentos ya tienden directamente hacia la comedia, aunque con un cierto equilibrio entre el humor y el drama, que no siempre son tan brillantes.
En 'Asalto al último tren' (1970) contiene elementos clásicos del Oeste que mezcla con otros más novedosos con un aire de tratar de renovar el género.
Como él también le ocurre a otro director de mediana edad, como es el caso de Burt Kennedy, que suele hacer westerns que son diríamos semi serios o semi cómicos, que a veces le salen bien y otras no tanto.
En esta ocasión lo logrado por Andrew Victor MacLaglen está por debajo de otros títulos suyos como 'Camino de Oregón' (1967) o 'Bandolero' (1968), pero de todas formas consigue una cinta correcta, realizada con soltura y con indudable profesionalidad que gusta bastante a los espectadores.
Se trata de un western norteamericano, filmado con autenticidad en cuanto a tipos y ambientes con una diestra dirección propia del género.
Desarrolla el tema del asalto a un tren cometido por un grupo de bandidos al mando de un mujeriego rufián que más tarde es condenado a prisión por agredir a un sheriff.
Al salir de la cárcel Harker Fleet después de cumplir su condena como ladrón de trenes, desea vivir en paz, pero su antigua banda lo busca para dar un nuevo golpe, a lo que por fin accede, pero será su último asalto.
Al ver a un antiguo cómplice del último robo convertido en un cacique local, se pone en contra de él y ayuda a unos chinos, que explotan una mina de oro, a poner a salvo el fruto de su trabajo.
Esta historia de asaltos, venganzas, chinos y cargamento de oro, está bien contada y sus golpes de efectos resultan ciertamente eficaces.
Tiene una buen fotografía en color de Aldric Edens, sobre todo en exteriores, y una música funcional de David Shire que enmarca una interpretación en la que destaca el veterano John Vernon siendo más irregular en George Peppard, actor que no acaba de encontrar una línea definida y constante en su trabajo.
En definitiva, un título del Oeste que no añade nada nuevo al género, que no obstante tiene un sello y unas características fundamentales del auténtico western norteamericano, muy lejos de los lamentables productos de esta clase que se suelen producir en Europa.
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