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CRITICA
Por: PACO CASADO
El hecho de que Joyce Sherman lleve detrás el apellido Buñuel no significa más que una referencia a su vida privada.
Ella es norteamericana, afincada en Francia, realizadora de televisión que hace con 'Salsa' (2000) su segundo largometraje detrás de las cámaras.
En ella cuenta la vida de un joven latino que vive en el este de Los Angeles mientras persigue su sueño de convertirse en un gran bailarín de salsa, pero se enfada demasiado cuando descubre la relación que mantiene su hermana pequeña con su mejor amigo.
Es una comedia romántica, musical y antirracista, que denota el cruce de las dos culturas en las que se ha educado su directora.
El guion lo hizo en compañía de Jean-Claude Carrière, habitual en las películas francesas de Luis Buñuel, pero con criterios muy diferentes a aquellas.
Ella quería exponer lo dicho, mientras que él caminaba por la denuncia de la emigración y los temas sociales.
No obstante queda patente en el film la xenofobia que existe en el mundo, y en este caso de los cubanos que viven en Francia.
Un pianista clásico decide dedicarse a los ritmos caribeños y se traslada de Toulouse a París para actuar en una orquesta cubana, pero dado el color de su piel no es posible.
Las peripecias que le ocurren y los enredos que surgen constituyen el meollo de este cuento de hadas, tan ligero como superficial, que es una declaración de amor a la música cubana. Una cinta alegre y vitalista, cuya trama argumental es un simple marco para los números musicales y bailables, que tienen su punto flaco en el previsible guion y su fuerte en la estupenda banda sonora de Sierra Maestra o la lograda fotografía de David Gurfinkel.
Los actores dan más el tipo que otra cosa, con una funcional dirección de Boaz Davidson.
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