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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ambientada en la década de 1860, la canadiense francesa ferozmente independiente Vivienne Le Coudy se embarca en una relación con el inmigrante danés Holger Olsen.
Con esta coproducción 'Hasta el fin del mundo' (2023) Viggo Mortensen realiza su segundo largometraje como director tras debutar con 'Falling' (2020), un drama sobre padre conservador con su hijo homosexual.
En este caso escribe, confecciona el guion y protagoniza este western moderno y algo romántico al que también le compone la banda sonora.
Para ello ha contado con el mismo equipo que el de su ópera prima.
La historia se ambienta en los Estados Unidos en el año 1860.
Vivienne Le Coudy es una mujer franco-canadiense, muy independiente, de una fuerte personalidad y curtida en la adversidad, que comienza una inesperada relación con Holger Olsen, un inmigrante danés, cuando se encuentran en el tranquilo pueblo de Elk Flats, situado en el estado de Nevada.
Ella se va a vivir con él a esa casa aislada en el fin del mundo, en una desértica tierra, seca y baldía, en la que la llegada de la mujer es como poner flores en un jardín reseco, como ella misma desea tener y se cuidará muy mucho de que ese deseo se haga posible.
Pero la llegada de la Guerra de Secesión rompe este idilio, ya que Olsen se apunta como voluntario para luchar por la Unión y deja abandonada a Vivienne a su suerte en un lugar dominado por hombres, controlado por el corrupto alcalde Rudolph Schiller y su socio sin escrúpulos, el poderoso ranchero Alfred Jeffries y su violento hijo Weston, que se porta mal con ella, a pesar de haberle dado un empleo en su bar para que pueda subsistir durante la ausencia de Olsen.
A al regreso de éste, tres años después, tras cumplir lealmente con el país que le ha acogido como emigrante danés, tendrá que volver a poner las cosas en su sitio y ajustar las cuentas habidas tras sus presencia en la guerra.
Esta película tiene una primera parte protagonizada por Olsen y una segunda en la que adquiere relevancia Vivienne ante la ausencia del primero, para tener un remate a la historia en la coda final a su regreso.
El neoyorquino Viggo Mortensen ha captado perfectamente la idea de lo que es un western como lo hicieron los grandes maestros del género, sin que su realización se pueda identificar con el cine de ninguno de ellos, con una puesta en escena en la que las imágenes fluyen con placidez, sin atropellarse, a ritmo lento, como lo requiere el drama que se plantea.
Como diría alguien, mi final está en el principio, y así ocurre aquí, con esas imágenes del inicio que corresponden al desenlace de la historia, después viene el romance y posteriormente el término de la misma.
Está bien realizada, aunque con algunos pequeños baches de interés.
Su lenguaje de puesta en imágenes es sencillo, al tiempo que fluido y con el ritmo necesario al relato que se nos ofrece con el dramatismo necesario y la estética más conveniente.
Los actores tienen lugar para su lucimiento.
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