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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuatro años después de 'Cosas que dejé en La Habana' (1997), Manuel Gutiérrez Aragón nos ofrece de forma imparcial unos hechos históricos, ocurridos en el pueblo vasco de Ezkioga, durante la Segunda República, en los años previos al Alzamiento nacional, en el que un grupo de lugareños decían que se les aparecía la Virgen, vestida de negro, llorando y con una espada entre las manos que les anunciaba el final de la Segunda República, a raíz de la separación entre la Iglesia y el Estado y le predice una guerra horrible.
Al menos eso es lo que dicen los componentes del grupo de jóvenes que declara que la han visto.
Al frente de ellos estaba Uzúa, una joven camarera, maltratada por su señora, ignorada por todos, que de esa forma se convirtió en protagonista.
A partir de ahí le prestan atención y hace lo que quería en nombre de los mensajes de la Virgen que anunciaban hechos dolorosos para el pueblo español.
Manuel Gutiérrez Aragón expone los hechos tal como fueron, dramatizados, lógicamente, basándose en el relato de un testigo de los mismos, que se identifica con Joshé, el joven maestro ocasional, a los que tan sólo añade la historia amorosa con la protagonista Usúa y Joshe desde que se vieron por primera vez.
Nos ofrece una lección de historia, de vergüenza colectiva, con las apariciones de la Virgen y el fanatismo religioso que la magia del cine se encarga de desmontar, en el personaje del jesuita Laburu, cuyas filmaciones desaparecieron muy poco después.
El director no toma partido acerca de la realidad de las apariciones y si los visionarios las utilizaron en su provecho o fueron manipulados por los políticos en su propio beneficio.
Correctamente interpretada, aunque algo fríamente expuesta, debido a varios altibajos habidos en el guion.
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