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CRITICA
Por: PACO CASADO
La obra de Anton Chejov, Tío Vania, ha sido llevada al cine en varias ocasiones y por distintas cinematografías, como la rusa, lo cual es natural, y algo menos, una de las últimas que hemos visto y tal vez la más original, la del francés Louis Malle, 'Vania en la calle 42'.
Leuan y su sobrina viven en un lugar en el norte del País de Gales.
Desde la llegada del padre de ella y de su mujer, Helen, de quien Ieuan está enamorado, todoel mundo ha dejado todo lo que hacía para deicarles todo el tiempo.
Ahora de nuevo se hace una versión fílmica, esta vez con la novedad de haber sido trasladada la acción al País de Gales en la época victoriana, en un caluroso mes de agosto en el que el profesor Alexander Blathwaite y su segunda esposa, la norteamericana Helen, visitan la gran mansión enclavada en la finca que regenta Ieuan Davies, su cuñado, que se enamora de su nueva cuñada, como también le ocurre al Dr. Lloyd, que pasa unos días en la hacienda.
El caluroso agosto y la decisión de vender la propiedad harán saltar las disparatadas situaciones que hasta ese momento germinaban en secreto.
La película tiene la novedad de ser la primera que dirige Anthony Hopkins, quien a su vez no sólo se reserva el papel protagonista, sino que además ha compuesto una bonita banda sonora, que es uno de los aspectos que más destacan y en lo que también hace su debut.
El exceso de trabajo que carga sobre sus espaldas posiblemente haga que Hopkins encarne su papel en forma demasiado histriónica, mientras que hay que destacar el comedimiento que pone en la dirección del resto de los actores, todos muy ajustados a sus respectivos personajes.
En cuanto a la realización da una académica factura al film, muy británica, con unos bien elegidos encuadres y bellas localizaciones en un exacto colorido que resalta la espléndida fotografía de la cinta.
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