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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ken Loach se ha convertido en una especie de denunciador de los distintos aspectos de la sociedad de su país, a juzgar por las películas realizadas hasta el momento.
Pero en las dos últimas se ha salido de sus límites patrios y ha recurrido a España, por una parte, con 'Tierra y libertad' (1995), para narrar un fragmento de nuestra guerra civil, y por otro a Nicaragua, para denunciar lo que allí sucede con 'La canción de Carla' (1996).
Este es el relato de un viaje que empieza en un autobús en Glasgow y termina en Nicaragua, en medio de la guerra.
La acción se desarrolla en los años 80.
George es un conductor de autobús escocés que comienza una relación con Carla, una refugiada nicaragüense que acaba de llegar a la ciudad de Glasgow.
La Contra prepara el asalto definitivo contra el gobierno sandinista.
Aunque en el argumento de este film Ken Loach nos cuenta un amor loco, repentino, que surge entre ese conductor de autobuses de Glasgow y Carla, una enigmática chica sudamericana, nicaragüense por más señas, esa no es más que la primera parte de esta historia, en la que el alocado conductor es capaz de secuestrar un autobús de línea para ir al campo, de paseo con su chica, o dejar el trabajo por defenderla de un adusto inspector que la tiene tomada con él, e incluso dejar a su novia.
En la segunda mitad se marcha con Carla a Nicaragua donde habrá de conocer una realidad muy diferente a la que él vive día a día en su país.
Sabrá de las tropelías que cometen los gobiernos, de la influencia de la CIA norteamericana en aquellos países, de las barbaridades que se hacen en nombre de la libertad y de las actuaciones de algunas organizaciones no gubernamentales que tratan de denunciar un estado de cosas que a veces, en la distancia, no conocemos ni nos llegan tan de cerca y que los propios ingleses, en su mayoría desconocen.
Diríamos que son como dos cintas totalmente diferentes y por tanto pensamos que en el guion hay un cierto desequilibrio, no se contrapesan debidamente, ni casi se justifican adecuadamente. Mientras que la primera es una historia de amor, en la segunda se nos ofrece una especie de documental que pone el trasfondo político a la historia.
La versión española se ve afectada por el doblaje, cuando en realidad se hablan idiomas diferentes y sin embargo traducen lo que ya está dicho.
Pensamos que Ken Loach no ha llegado a la altura de otras obras suyas, a pesar de que la intención del realizador de hacer un cine de denuncia sigue intacta, y de que la historia en sí no le haya salido todo lo redonda que hubiera sido de desear.
En su pase por la Mostra de cine de Venecia, recién terminada, logró la Medalla del Senado.
Premio Evening Standard a Robert Carlyle. Premio en el Festival de Habana. Premio de los criticosde Londres.
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