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CRITICA
Por: PACO CASADO
Para aquellos que no hayan seguido de cerca la carrera de Robert Bolt como guionista, su nombre les puede resultar nuevo, lo que sí lo es en el terreno de la dirección.
Pero resulta que en Robert Bolt hay un gran guionista, autor de notables y buenos guiones, que dieron origen a logrados largometrajes.
En este sentido habría que destacar como trabajos últimos más conocidos los tres realizados en colaboración con David Lean que dieron lugar a "Lawrence de Arabia", "Doctor Zhivago", por cuyo trabajo guionistico recibió el Oscar y "La hija de Ryan".
Por su experiencia Bolt se ha creído capaz a sí mismo para llegar al terreno de la dirección como ya otro slo hicieron anteriormente, desde este campo o desde otros, como por ejemplo la interpretación o la fotografía.
Pero su capacidad guionistica no solo tenía méritos por sí misma, de la que dio sobradas muestras en un perfecto ejemplo de adaptación literaria con "Doctor Zhivago" sino que estaba ultimada con una notable dirección de un experto como es David Lean.
Eso, precisamente eso, es lo que le ha faltado a "Lady Caroline Lamb" para llegar a alcanzar la cota establecida por los films anteriores.
Bolt ha querido repetir el éxito de "La hija de Ryan", pero le ha faltado a David Lean. Para ello ha elegido los mismos moldes románticos, a atrasado unos años la época tomada como marco, situándola en la Inglaterra de la Regencia, los turbulentos amores de la frágil e inconstante Caroline Lamb en sus relaciones amorosas con su marido William Lamb, con Lord Byron y con el Duque de Wallington, principalmente.
Se ve claramente que se trata de causar el impacto en el corazón femenino.
El guion peca de querer meter un excesivo número de personajes, por lo que el ritmo es monocorde, sin subidas ni bajadas de interés lo que puede pesar en el ánimo del espectador, e igualmente falto de escenas espectaculares que sacudan al público.
Por otra parte la cinta va directamente a ser comercial, espectacular en otro sentido, y por ello cuida al máximo los detalles de decorados, vestuario y cuantos accesorios dan idea de grandeza en una película y en la reproducción de toda una época, lo que está perfectamente logrado. No en vano, la cinta está producida por Franco Grimaldi, uno de los mecenas del cine italiano, veterano, valiente y arriesgado, que sabe lo que hace y lo que se trae entre manos.
La cinta posee un entonado colorido y una música que acompaña bien a las imágenes, que en algunos momentos nos sonó a conocida por lo que la creemos copiona.
El capítulo interpretativo es de las cosas más correctas del film con abundante cantidad de figuras donde la esposa del director, Sarah Miles carga con el peso casi total de la película y a pesar de ser buena actriz le pesa demasiado a lo largo de toda la cinta.
Está bien acompañada por Jon Finch, sobrio en su papel de marido, Richard Chamberlain más espectacular en el de Lord Byron y el buen plantel de secundarios veteranos que le siguen a la saga.
En la dirección hay errores de bulto, lógico y comprensible en un director primario y novato como lo es Robert Bolt, no consiguiendo que su película salga de la línea recta que se traza desde su comienzo hasta el final.
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