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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una de las cualidades del irregular realizador británico Michael Winterbottom es la variedad de estilos y géneros que adopta en cada una de las películas que se incluyen en su filmografía.
Esta vez aborda una etapa de la historia de la música inglesa que va desde el 4 de junio de 1976 con el primer concierto de los Sex Pistols al que acudieron 42 personas, donde estaba presente Tony Wilson y decidió crear la discográfica Factory Record (que lanzó a Joy Division, New Order, Happy Mondays, Durruti Column, etc) y posteriormente la discoteca La Hacienda, que impuso el protagonismo absoluto del discjockey, hasta la caída de este fugaz imperio discográfico y el cierre del club, cuna del acid house, en 1992.
Por medio cuenta cómo este periodista de la Granada TV se le ocurrió crear este negocio, desde su apogeo a la posterior quiebra, en el que se hacía real el lema "sexo, drogas y rock and roll", y la cultura del vivir peligrosamente, que cambiaron las costumbres, la forma de vestir, la música y el baile con los nuevos tiempos.
Es una especie de falso documental sobre esta etapa de la música del sonido Manchester, de las bandas de ritmos trepidantes y psicodélicos, consumo de éxtasis que, en este sentido, está bien captado por la cámara en formato digital y movida a mano de forma mareante, para transmitir la sensación de caos y espontaneidad, en donde la libertad estaba por encima del negocio que fue lo que acabó hundiendo a Tony Wilson.
En la banda sonora se utiliza el tema de La cabalgata de la walkirias, de Richard Wagner.
Michael Winterbottom hace un film inclasificable, filmado con irónico formato de videoclip televisivo, en DVD y después pasado a soporte fílmico, con excesivo realismo y sinceridad, que logra captar el espíritu de la época, pero que va dirigido únicamente a los que les interese y conozcan este tema, los demás nos aburrimos como ostras.
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