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CRITICA
Por: PACO CASADO
Para su tercer film como director Tim Robbins elige un período conflictivo de la historia americana.
Ha pasado la crisis económica del 29 y los obreros piden trabajo y reivindicaciones salariales, mientras los artistas se juegan el sueldo con sus expresiones artística en demanda de libertad de expresión.
Para hacer este fresco histórico, que comienza en el otoño de 1936, elige varias figuras reales: el millonario Nelson Rockefeller, el pintor mexicano Diego Rivera, el pianista-compositor Marc Bitzstein, etc. a los que añade otros personajes de ficción que giran en torno al montaje que un hierático joven de 22 años, llamado Orson Welles, intentó con la obra The Cradle Will Rock que, horas antes del estreno fue clausurado el teatro.
Fue la etapa de la creación del Comité de Actividades Antiamericanas, ante la obsesión de que todo el mundo era comunista y así se hicieron las famosas listas negras en las que muchos artistas y directores de Hollywood fueron inscritos, denunciados por sus propios compañeros.
Haciendo una comparación con la pintura de Diego Rivera para el Rockefeller Center, el film es tan abigarrado y variopinto y al tiempo tan frío y plano como el mural.
Es muy interesante el paralelismo que hace entre la destrucción del fresco y la creación de la obra teatral a la que se van incorporando los actores haciendo sus papeles desde el patio de butaca.
Un estupendo reparto para una cinta en la que se quiere abarcar demasiado sobre un tema más que interesante.
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