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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es frecuente que los guionistas logren pasar la barrera y convertirse en directores, a veces porque quién mejor que ellos mismos son capaces de representar en imágenes lo que su imaginación les ha dictado.
Así ocurre, una vez más, con Christopher McQuarrie, prestigioso guionista de 'Sospechosos habituales' (1995), trabajo por el que ganó el Oscar, que nos ofrece ahora, dos años después de su producción, este thriller violento y sangriento en el que dos delincuentes habituales deciden llevar a cabo el secuestro de una madre de alquiler para obtener un sustancioso rescate, en un trabajo que presumen fácil, pero que se complica en exceso al ser el padre un poderoso mafioso que no sólo no está dispuesto a pagarlo sino que pretende acabar con ellos.
La película tiene influencias múltiples del cine negro pero sin profundidad, desde Sam Peckinpah hasta Quentin Tarantino, pasando por Robert Rodríguez, ya que al final dejan de hablar los protagonistas y lo hacen la armas en una buena ensalada de tiros y violencia, características propias de los directores antes mencionados, pero sin la calidad en sus imágenes.
Al final, en un burdel en tierras mexicanas, surge alguna que otra sorpresa para darle algo más de interés a la trama de este retorcido thriller que se complica de manera insospechada en el que junto a la brutal violencia física se añade la emocional.
Tanto la puesta en escena, a pesar de sus precedentes, de lo que cabía esperar más, como la interpretación no pasan de discreta.
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