|
CRITICA
Por: PACO CASADO
El dramaturgo y guionista inglés Peter Morgan parece que tiene tendencia en basar sus obras teatrales o cinematográficas en personajes reales de la política como ya ocurriera con 'El último rey de Escocia', 'The Queen' y ahora 'El desafío'.
En este caso el elegido es el ex presidente Richard Nixon situado tres años después de haber dimitido el 8 de agosto de 1974 tras los escándalos del Watergate, despidiéndose pidiendo perdón al pueblo americano por los errores cometidos pero sin asumir su culpabilidad en los hechos que lo ocasionaron.
A pesar de la retirada seguía pensando en la posible vuelta al poder, algo que amaba tanto como el dinero. Por ello necesitaba limpiar su imagen y nada mejor, según sus asesores, que admitir la propuesta de una entrevista televisiva que le ofrecía David Frost, un showman inglés, que también quería subir peldaños en su estima pública a pesar de que no dominaba el terreno de la política.
T ras tres años de silencio Nixon decidió romper su mutismo y por 600.000 dólares accedió a ser entrevistado por primera vez pensando en tener ante sí a un enemigo pequeño al que podría manipular fácilmente. Era una especie de combate desigual entre un gigante de la política y un representante del show business. La conversación tuvo lugar en varias jornadas y marcó un hito en la historia del periodismo. Fue vista por 45 millones de telespectadores a los que cada uno mostró sus inseguridades, su personalidad y sus valores morales, en una buena disección de la corrupción del poder, pero sin ensañarse con el personaje.
El guion tiene una primera parte con la búsqueda del dinero, la preparación de las entrevistas y una segunda con la realización de las mismas organizadas como combates de boxeo en el que cada vez gana uno a los puntos, hasta llegar al asalto final en el que un Nixon humillado, vencido en su arrogancia y orgullo, termina derrotado y confesando todo aquello que creía no haber hecho mal en su abuso de poder. Interesante la llamada nocturna previa al asalto final.
Ron Howard, director de Cinderella Man, plantea su película de forma eficaz pero sin brillo, como un combate de boxeo en el que se van sucediendo los asaltos de tanteos, de intercambio de golpes, hasta el definitivo final, apoyándose en los dos púgiles-actores que tiene en el ring, especialmente en un estupendo Frank Langella, mientras que Michael Sheen hace de sparring, ambos entrenados tras haber sido los protagonistas de la obra teatral en Londres y Broadway. El film ha sido nominado a cinco Oscar.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
BANDA SONORA
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
AUDIOS
PREMIERE