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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hacía tiempo que no veíamos una película de aventuras en el mar y ciertamente la base literaria de Jack London que tiene la presente presagiaba que pudiéramos ver un film entretenido. Después de su contemplación no podemos pasar de ese adjetivo.
Es la historia de un hombre que tras ser timado por una pareja, padre e hija, el barco en el que viaja sufre un accidente y naufraga.
Tanto el apuesto caballero como la ladrona se salvan gracias a ser recogidos por un barco en el que manda un loco capitán, sediento de venganza contra su hermano.
A partir de ahí todo se desarrolla en el claustrofóbico lugar del que parece imposible escapar, sufriendo un auténtico calvario tanto el protagonista como la dama en cuestión que le acompaña. Motines a bordo, malos tratos, muertes y un único deseo: salir de aquel infierno.
Si la cinta se defiende es gracias a la veteranía de un director como Michael Anderson, del que hacía bastante tiempo que no le veíamos ninguno de sus últimos trabajos ya que pensábamos se había retirado, dada su avanzada edad.
En el capítulo interpretativo lleva la voz cantante el insulso Christopher Reeve, en otro tiempo Superman, aquí en un papel totalmente opuesto, de tímido caballero casi incapaz ni siquiera de defenderse.
En frente, como oponente, un Charles Bronson ya bastante viejo, como el loco capitán al que constantemente le dan ataques cerebrales que le dejan momentáneamente ciego y que tiene que luchar contra toda la tripulación que se opone a sus vengadores deseos.
El papel de Catherine Mary Stewart, la única mujer del reparto de la película, es casi de adorno, quedando tan sólo como el motivo y la excusa de la actuación de Christopher Reeve.
Una producción que consigue cortos resultados y que decepciona a los que busquen un film de aventuras de piratas al uso.
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