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CRITICA
Por: PACO CASADO
Al director neozelandés Vincent Ward tan sólo le conocemos su imaginativo film 'Navigator, una odisea en el tiempo' (1988).
Ahora se le han abierto las puertas de Hollywood para su primera realizar su primera película norteamericana.
Se ha basado en la novela de Richard Matheson adaptada por el guionista de 'Rain man' (1988) y 'Cuando un hombre ama a una mujer' (1994), Ron Bass, cuyas características le van muy bien a la historia lacrimógena y melodramática de la primera parte.
Un matrimonio, formado por un médico y una pintora, pierde a sus dos hijos en un accidente.
Poco tiempo después muere el marido y ella termina suicidándose. Toda una tragedia para dar lugar en la segunda parte a un romántico paseo por un cielo basado en los cuadros de ella, para concluir en un descenso a los infiernos y liberarla tras el suicidio.
Si a la primera parte le falta fuerza dramática, la segunda está vacía de contenido, al sobreabundar los efectos especiales a base de una fotografía colorista para las escenas oníricas, grandes decorados aumentados y corregidos por ordenador, para representar esos dos lugares a donde estamos destinados después de la muerte, que no siempre aciertan.
Estas secuencias están inspiradas en cuadros de pintores impresionistas como Renoir, Van Gogh o Monet, para representar el cielo y en Durero para hacerlo con el infierno.
Posee un reparto de categoría encabezado por Robin Williams y Annabella Sciorra, bien encajados en sus papeles, pero cuya labor se pierde en la mezcla de moralina y efectos especiales de este viaje entre lo ético y lo estético que acaba por no funcionar. Esta historia de amor después de la muerte, pone un soplo de esperanza para los suicidas y se apunta a la reencarnación, cosas en las que no todo el mundo está de acuerdo.
La película habla del amor, la muerte, los sentimientos por la pérdida de seres queridos, temas tan antiguos como la humanidad pero que ya se han visto muchas veces en el cine norteamericano.
Después de tanto pastiche un punto de esperanza con un final feliz para que todos nos vayamos contentos a casa.
Si el guionista Ron Bass era el ideal para la primera parte, el director, Vincent Ward, lo es para la segunda, ya que hasta ahora tan sólo ha demostrado cierto talento para lo visual.
Ganó el Oscar a los mejores efectos especiales 1999.
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