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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película no es más que una parodia, en clave musical, del género de terror y más concretamente del mito de Frankenstein, que en otros tiempos asustaba a los espectadores y que aportó varios nombres válidos para incorporar a la historia del cine.
A algunos de ellos se les hace aquí su homenaje en las letras de las canciones, como King Kong o Fay Wray, otras veces en las imágenes, como es el caso de la productora de varios de estos títulos, la RKO Radio, cuya torre que era el símbolo a la marca, juega como decorado un papel destacado en la acción del film.
Por la pantalla vemos desfilar a toda una serie de personajes del horror que se dan cita en un siniestro castillo en una especie de avanzadilla del planeta transexual Transilvania, mientras cantan y bailan al ritmo de la música rock.
Una pareja de jóvenes acude allí por casualidad, debido a un pinchazo en la rueda de su automóvil, viéndose inmersa en la extraña orgía sexy-musical, donde el bisexual Dr. Frank-N-Furter en lugar de crear un horrible monstruo, está obsesionado en dar vida a un apuesto y rubio Apolo.
Entre los intérpretes encontramos a una joven Susan Sarandon que hace pareja con Barry Bostwick y a un desmadrado Tim Curry, todo un antecedente de las drag queens.
Los efectos especiales se combinan a lo largo del relato mezclados con la música rock cuyas canciones no se hicieron demasiado conocidas, pero en cambio la cinta se convirtió en una película de culto de las sesiones nocturnas, lo que hizo que triunfara posteriormente, ya que su estreno fue un rotundo fracaso, a pesar de que su paso por Broadway como comedia musical fue muy apreciado, lo que hizo que se llevara al cine a cargo de Jim Sharman, un neozelandés formado en el teatro cuya corta carrera cinematográfica pasó desapercibida.
Hoy día no tiene más valor que el de la curiosidad y el atrevimiento que supuso en su época.
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