|
CRITICA
Por: PACO CASADO
El director británico Paul Greengrass tiene una filmografía aún corta pero bastante coherente compuesta por títulos de acción, unos basados en la realidad y otros apoyados en la ficción.
En el primer apartado se incluyen 'Domingo sangriento' (2002) y 'United 93' (2006), mientras que en el otro están los dos thrillers sobre el personaje de Bourne, 'El mito Bourne' (2004) y 'El ultimátum Bourne' (2007).
Su nueva película, 'Green Zone' (2010), auna estos dos géneros, ya que se trata de reflejar un hecho real, de sobra conocido, como fue la invasión de Irak en 2003 a cargo del ejército norteamericano con la excusa de que en ese territorio se escondían armas de destrucción masiva, que finalmente se demostró que no existían.
Para narrar los hechos de la ocupación de Bagdad por las tropas norteamericanas se crea la figura del subteniente Roy Miller, a quien se le encarga recorrer el desierto en la búsqueda con su patrulla, de armas de destrucción masiva.
Para ello entran en un escondite tras otro, pero en lugar de letales agentes químicos, lo que descubren es un elaborado plan que cambia el propósito de su misión, por lo que acaba dándose cuenta del engaño y decide poner al descubierto el entramado, con la ayuda de un nativo que hace de traductor, de un agente de la CIA que no se cree los informes que le han facilitado los servicios secretos, de una periodista que trata de dar una información más veraz de la sesgada que se facilita y así seguiríamos nombrando más personajes que influyen en los hechos.
El guion, escrito por el prestigioso Brian Helgeland, autor de los de 'L. A. Confidencial' (1997) y 'Mystic River' (2003), se basa en la novela 'Vida imperial en la ciudad esmeralda dentro de la zona verde de Bagdad', escrita por Rajiv Chandrasekaran, analista político y corresponsal del periódico Washington Post en Bagdad, que logra dar verosimilitud tanto a la historia como a los protagonistas, sin que en su denuncia política haya resentimiento, jugando con el docudrama con el thriller en que se convierte en la parte final la búsqueda de los culpables por parte de Miller, ya que en lugar de armas lo que encuentra es un sucio complot de intereses económicos.
Esto le favorece desde el punto de vista que no es sólo un film bélico sino que contiene una trama de espionaje, con la guerra como telón de fondo, captando así a un sector de público más amplio de cara a la taquilla, al tiempo que se le inyecta suspense a la trama, ya que al espectador hay que darle algo más, puesto que acude a la sala sabiendo lo que ocurrió en la realidad, que Estados Unidos mintió y que tampoco se logró el objetivo de convertir a Irak en un lugar mejor, centrándose así en su desarrollo y en la tensión que se crea.
Para darle agilidad de reportaje se usa y se abusa demasiado de la cámara al hombro en momentos en los que no sería necesaria y de un montaje en exceso crispado que hace que especialmente en algunas secuencias nocturnas se adivine la acción más que se vea.
Paul Greengrass vuelve a confiar en Matt Damon para una cinta que combina acción, suspense y denuncia política.
Para recrear el Bagdad de la guerra, el equipo se desplazó a Marruecos, pero curiosamente, una de las escenas está grabada en una autopista española cuando todavía no se había inaugurado.
El director consigue una buena ambientación, una narración nerviosa y una atmósfera que crea una tensión asfixiante y pone más interés en el desarrollo argumental.
Logra que los actores sean creíbles, a pesar de que muchos de ellos no son profesionales, sino soldados, a los que no fue complicado darles órdenes militares.
Al mismo tiempo que acierta en la elección del reparto con Matt Damon al frente, con el que vuelve a colaborar por tercera vez, en una película que funciona como pura evasión y que no se corta a la hora de criticar la política americana que llevó a cabo Bush.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
BANDA SONORA
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
PREMIERE