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CRITICA
Por: PACO CASADO
Félix Sabroso rinde un lamentable homenaje a su añorada compañera Dunia Ayaso, con esta insólita reflexión sobre la ficción, que se mete en el jardín de lo fantástico o, si se quiere, traspasa las puertas de la percepción y el absurdo.
Pirandello y Alain Resnais asoman en esta comedia sobre un director que decide suicidarse y deja a su equipo el encargo de hacer su película póstuma. Pero ¿son personas reales o simplemente el sueño de un guionista demiurgo?.
La verdad es que a Felix Sabroso y a su compañera Dunia Ayaso siempre le habíamos conocido como tándem que firmaron seis comedias, más o menos divertidas o logradas, como el caso de 'Perdona, bonita, pero Lucas me quería a mí' (1997), por ejemplo, pero ahora, ya en solitario, Sabroso se mete en un berenjenal que no tiene salida posible, con esta historia con momentos de humor y otros de sabor agridulce, sobre el proceso de la creación cinematográfica en la que veces aborda conceptos más existenciales, como el papel del ser humano en la vida ante el desconciero y el escepticismo de la sociedad de hoy en día o la presencia de la muerte en nuestra existencia.
Victor, es un director de cine que dice haber rodado varias películas que nunca han llegado a estrenarse, que decide suicidarse, pero antes reúne a sus amigos y más fieles colaboradores en su residencia con el encargo de filmar su obra póstuma en un rodaje que resulta bastante caótico.
Desde su esposa Clara hasta Raúl su guionista y mejor amigo o el resto de los miembros del equipo, todos se reúnen en una insólita convivencia y protagonizan esta reflexión sobre la ficción y sus límites, mientras debaten confusos sobre sus relaciones y el origen de sus respectivas ansiedades frente a la creación de la ficción.
El argumento, si es que así se puede llamar a las líneas precedentes, parece que es el de un grupo de personajes perdidos en busca de un director, en el que nunca se sabe si están en la realidad o en el momento del film que se supone que están rodando pero que en ningún instante saben dónde se encuentran en el laberinto que es el guion, en el que se intenta reflejar las dudas de un cineasta que quiere reflexionar sobre su oficio, pero no se trata en este caso de la consabida cinta de cine sobre el cine.
Un relato sin sentido en el que los propios actores han de improvisar sus actuaciones abocados a una historia sin final, siendo todo falso de todo punto en esta comedia psicológica creada antes de que Dunia Ayaso falleciera.
En este caso digamos que los actores tienen una disculpa de que no sean sus mejores interpretaciones, porque la verdad es que no tienen papel para lucirse en ningún momento, con diálogos imposibles, pretenciosos, inanes y la dirección brilla por su ausencia en la que parece que el propio Sabroso se ha quitado de en medio ante la ambigüedad hasta decir basta de este producto de difícil comprensión con una ficción totalmente absurda.
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