8 Noviembre 2022. Pedro G. Romero, Gonzalo García-Pelayo, Santiago Fillol y Kurdwin Ayub, protagonistas de una nueva jornada del Festival de Sevilla.
El Festival de Sevilla ha acogido la presentación de los dos títulos españoles que compiten en su Sección Oficial, 'Siete Jereles' y 'Matadero'. A estos se ha unido 'Sonne', un largometraje de Kurdwin Ayub que también aspira al Giraldillo de Oro del certamen.
Dirigida al alimón por el artista, investigador, comisario, ensayista y cineasta Pedro G. Romero y el también multifacético e incombustible Gonzalo García-Pelayo, Siete Jereles ofrece un viaje hipnótico y sensorial por el singular ambiente flamenco de la noche jerezana, una esfera –y una ciudad– en la que por las particularidades de su sociología y de su economía “la calle y el lumpen de gitanos de los que viene el flamenco todavía se tocan”, ha apuntado Romero.
La película comparte intenciones y semejanzas con Nueve Sevillas, título que los dos creadores presentaron en este mismo festival en su edición de 2020, en la que se hizo con el premio a la mejor película de la sección Las Nuevas Olas No Ficción. “De hecho –ha recordado Romero–, todo surgió cuando Gonzalo le puso la película a un sobrino suyo y éste le dijo: tito, me ha gustado, pero en Jerez hay más caballos y más flamenco”.
De modo que allá que se fueron los dos, aunque después de tomar una serie de decisiones estéticas que aportan otro poso a Siete Jereles respecto a la cinta sevillana, su cuasi gemela. “Ha habido cambios sustanciales. Por ejemplo, la primera decisión fue rodar de noche. También ha sido decisiva la contribución de Álex Catalán [director de fotografía de la película]. Sin él, no hubiera sido posible el planteamiento narrativo, articulado en torno a unos ambiciosos planos-secuencia”, ha explicado el codirector de la cinta, al que, en ausencia de García-Pelayo, que se encuentra en Argentina promocionando cinco de los títulos de su proyecto El año de las 10+1 películas, han acompañado, entre otros, uno de los productores de Siete Jereles, Gervasio Iglesias, que ha definido la película como “muy underground, al igual que nosotros, pero sobre todo muy fresca y muy original”.
Miembros de varias longevas dinastías jondas (Agujetas, Moneos, Zambos, Sorderas, Periquines, Salmonetes…) aparecen en este trabajo lleno de estímulos creativos y que aspira a reflejar esa singular realidad del flamenco jerezano que “no es la que publicita la propia ciudad” a través, por ejemplo, de su festival de flamenco. “Curiosamente, en él suelen actuar artistas de fuera. Y mientras tanto, lo más significativo de Jerez se queda fuera, en los barrios, donde se encuentran sus artistas tan particulares. Ellos, además, tienen unos discursos que no tienen nada que ver con el purismo ni con las esencias; al contrario, tienen de hecho una idea muy amplia del flamenco”, ha manifestado Pedro G. Romero.
“También teníamos claro que queríamos evitar todos los clichés que acuñaron en su momento programas como Rito y geografía del cante. Lo que la gente piensa que es la esencia, lo más puro de lo puro del flamenco, en realidad es más moderno que el rock & roll, nació en los años 50 y 60”, ha afirmado el codirector de Siete Jereles, una película que, en su mezcla de “callejeo, improvisación y control”, da cabida a personajes tan espectaculares e insospechados como el guitarrista Claudio Bohórquez, desaparecido de la escena durante décadas y guitarrista “galáctico” capaz de tocar “falsetas inspiradas en Ligeti o Luigi Nono”. “De hecho, en los extras de la película salgo yo”, ha dicho Romero, “con la boca abierta, porque era algo así como la clase de guitarrista con cuya existencia había soñado yo siempre”. “¿De dónde sale un personaje así? Jerez es un sitio donde te encuentras con gente así. Y eso queríamos recoger en la película”.
En el barro primigenio de Argentina...
El segundo título en liza por el Giraldillo de Oro es 'Matadero', del cineasta e investigador argentino afincado en Barcelona Santiago Fillol. La película es su debut como director en solitario tras la experiencia conjunta con Lucas Vermal en Ich bin Enric Marco (2009) y como guionista de Óliver Laxe en cintas emblemáticas del nuevo cine español como 'Mimosas' y 'Lo que arde'.
A través de la historia de un cineasta estadounidense que aguarda el estreno de su obra maldita –inspirada a su vez en un clásico de la literatura argentina del XIX de Esteban Echeverría, El matadero–, Fillol plantea una reflexión sobre las esperanzas y los sueños revolucionarios y la muchas veces ambigua relación del arte con el poder, en una película tensa, en la que la violencia flota en su ambiente de cine político pasado por el filtro del suspense.
“El matadero es una ficción fundacional de la literatura argentina, y toda ficción fundacional imprime a fuego el imaginario de un pueblo. El de El matadero es particularmente brutal en su retrato de las clases populares, que aparecen en la novela como portadoras de la violencia y la barbarie”, ha explicado en rueda de prensa el director de la película junto a algunos de sus productores y al protagonista de la misma, Julio Perillán.
“En la novela, mi país se retrata como un lugar de barro, de sangre y de mierda. Es la horda del pueblo descuartizando y ultrajando a un hombre de clase alta, que es lo que cuenta la novela de Echeverría. Es medio comprensible, por tanto, que no se haya adaptado nunca al cine pese a que es un libro tan imprescindible en nuestra literatura: nadie tiene muchas ganas de ver esa clase de lucha. Sin embargo, a mí me interesa abordar esa historia para preguntarme quién humilla y quién es humillado realmente, porque la realidad que captura esta novela decimonónica es la de una sociedad con una miseria terrible y unas desigualdades salvajes”.
Sobre la decisión de ambientar la acción en los 70, en concreto en 1974, Fillol ha declarado que le interesaba retratar la última etapa de Perón, en la que la oposición al Gobierno empezó a ser perseguida y arrinconada, lo que desembocaría en el golpe y la dictadura militar. “Por un lado, los años 70 son una época fascinante porque irrumpe el nuevo cine americano, todos esos cineastas que querían algo bigger than life y desconfiaban de los modelos tradicionales de representación. Algo que sintetizaron bien Herzog, cuando se rió al ver la maqueta de Fitzcarraldo y dijo que ni hablar, que él quería subir de verdad el barco por la montaña, o Coppola cuando dijo que no quería que 'Apocalypse Now' fuera una película sobre Vietnam, sino que fuera Vietnam”.
“Y luego están todos los movimientos revolucionarios de esos mismos años”, ha continuado Fillol. “Al final, tanto ese nuevo cine como los revolucionarios de aquella época querían algo muy parecido: el summum de la experiencia, lo real más allá de la realidad”. El cineasta, por último, ha apuntado que también se trataba, en Matadero, de “escapar de la representación miserabilista de la realidad latinoamericana” que tan a menudo encuentra eco en el cine. De ahí, ha dicho, su intento, en definitiva, de “hacer una película que nunca antes se hubiera hecho, algo completamente nuevo”.
Retrato generacional con ‘smartphone’...
Sonne es el debut en el largometraje de Kurdwin Ayub, joven directora austriaca de origen kurdo que logró el Premio la Mejor Ópera Prima en la pasada Berlinale con este título que ahora llega a la Sección Oficial en Sevilla. Ganadora del premio de Las Nuevas Olas No Ficción en 2016 por Paradise! Paradise!, Ayub ha contado en Sonne con el apoyo en la producción de la compañía del director Ulrich Seidl, otro viejo conocido del certamen.
En esta película la autora se vale de un lenguaje fresco y contemporáneo para poner a prueba las ideas preconcebidas sobre la identidad musulmana y los conflictos de los europeos de segunda generación. El sentido de pertenencia y el sentimiento de escisión interior entre una cultura, la austriaca en este caso, y unas raíces muy distintas, son también fundamentales para entender el porqué de esta historia protagonizada por tres jóvenes intérpretes no profesionales.
“Quería también hacer un retrato generacional, tratar de entender cómo funcionan esos jóvenes que han crecido con las redes sociales y que tiene, inevitablemente, otro modo de mirar la realidad. Por eso, desde el punto de vista del planteamiento formal de la película, hay un propósito de reflejar la urgencia, la velocidad y la ansiedad de estos tiempos, esa lógica que impide que nos detengamos y recordemos qué ocurrió hace una semana. Hay espectadores que me han dicho en tono de queja: la película es demasiado rápida, no puedo seguirle el ritmo. ¡Pues claro, esa era la idea!”, ha contado Ayub.
En 'Sonne', tres amigas, una de origen kurdo como ella misma y dos austriacas de nacimiento, para entretenerse, se graban en las redes sociales mientras cantan Losing my religion de REM y bailan y perrean luciendo un hiyab. Lo que no era más que una broma sin pretensiones, una muestra del “espiritu naíf” intrínseco a la adolescencia, se les irá a las jóvenes de las manos.
“Sobre todo”, ha explicado la cineasta, “quería romper los clichés”. Por eso la figura estricta en la película es la madre de la joven musulmana, no el padre, que en cambio se muestra comprensivo y alienta a la chica a integrar ese gesto desafiante en su propia cultura. “He visto ya demasiadas películas sobre padres estrictos”, ha zanjado la cineasta.