25 Octubre 2024. La directora de ‘Vermiglio’ dice: «Se trata de reflexionar sobre el pasado para entender dónde estamos ahora y mirar hacia el futuro».
La cineasta italiana Maura Delpero ha llegado a la 69ª Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) para presentar a competición Vermiglio, un drama de época ambientado en 1944, en el remoto pueblo de los Alpes italianos que da título a la película. La vida idílica del maestro local del pueblo y su numerosa familia se ve alterada cuando un soldado desertor llega al pueblo en busca de un escondite. Este escenario es el telón de fondo sobre el que desarrolla un entramado de relaciones, reflexionando a través de ellas sobre temas como la maternidad, el patriarcado y el paso del tiempo. Vermiglio es, en palabras de Maura Delpero, «un viaje en el tiempo y el espacio».
Respecto a su motivación parar rodar una película de época, la realizadora ha compartido: «No tenía ningún deseo exótico de mirar a un mundo y reconstruirlo. Me daba miedo caer en eso, porque lo que quería era trabajar sobre unas vivencias sensoriales propias. Y me interesaba, en concreto, el último año de la guerra porque siento que allí hay un pasaje entre lo antiguo y lo moderno. Es un pasado que todavía dialoga mucho con nosotros, que parece lejanísimo, pero que todavía nos puede mostrar cosas». Y añadió: «Se trata de reflexionar sobre el pasado para entender dónde estamos ahora y mirar hacia el futuro».
Aunque Vermiglio se desarrolla en un momento específico de la Historia, es posible hallar una universalidad en su discurso. Como ha señalado Delpero: «Me interesaban las relaciones entre personas, lo humano. Es una película atravesada por casamientos, fiestas, duelos… Son los temas de la vida. Entonces no es una cuestión conectada exclusivamente a una época, es lo que nos toca a todos como seres humanos. Me interesa entender quién es el individuo dentro de una comunidad, sus límites dentro de ella, y cómo dialogan ambas cosas».
También es una obra que pone el foco sobre la realidad de las mujeres en este contexto. En palabras de la directora: «No quería imponer un discurso que rompiera con la precisión histórica; eso sería incoherente. Los personajes femeninos en la película son mujeres de su época, que están bajo las decisiones de un páter familias, con unas posibilidades limitadas en la vida. Pero, a la vez, siento que estos son años en los que empieza a haber un deseo de autodeterminación, una sensación oculta de querer desear, obviamente en algunas mujeres más que en otras. Las tres hermanas, Lucia, Ada y Flavia, representan eso: las distintas formas de encontrar la libertad, cada una a su manera».
Sobre su vinculación con el pueblo y su retrato del paisaje, la directora ha declarado: «Es un paisaje de mi infancia, de mi familia. En italiano, ‘vermiglio’ es un color. Pero, para mí, también es el pueblo donde nació mi padre y toda su familia. Es verdad que Vermiglio es una película de montañas. Pero al haber crecido allí, yo no lo veo como un paisaje de postal, sino como algo que está integrado en la cultura. Quería explorar cómo es un ser de montaña, cómo es la gente que vive allí, en medio de esta manifestación gigante de la naturaleza, y cómo eso influye en su forma de moverse por el mundo».
Por esta razón, para Delpero fue fundamental trabajar con los habitantes del pueblo: «Hay una mezcla de actores profesionales y no profesionales. Quería que los niños, los adolescentes y las personas mayores fueran de allí. Hice muchas entrevistas en la zona, empezando por mis tías y luego con la gente del pueblo. Tampoco usé extras, sino que iba de bar en bar tomando vino y grappa con los ancianos del pueblo, pidiéndoles que hicieran un papel de la película». El trabajo con los actores profesionales fue al contrario. El popular actor en Italia Tommaso Ragno, que interpreta al padre, es un hombre de ciudad, así que tuvo aprender los comportamientos y movimientos de un hombre de montaña.
Finalmente, sobre su forma de rodar, donde predominan la cámara fija y los planos estáticos, Delpero ha apuntado: «Intento contar algo en cada imagen, que cada plano tenga una profundidad. Tenía la idea de una obra que fuera más pictórica que cinematográfica. Para mí, lo importante eran los personajes y los paisajes. No necesitaba movimientos virtuosos de cámara ni que esta tuviera una presencia marcada. Prefiero tener pocos planos que me lleven a una imagen sincrética, que cuente muchas cosas a la vez».