Claudio, un indigente disminuido psíquico, llega en autobús a Barcelona. Allí se encuentra con Pelé, un ex–hippie achacoso que vive en la calle. A pesar de ser personalidades antagónicas, juntos comenzarán una especial amistad preparando un espectáculo callejero de sombras chinas. Otros mendigos acompañarán a nuestros protagonistas en su extraordinaria aventura. Dirigida por DAVID BLANCO e interpretada por PEP CORTÉS, BRUNO BERGONZINI, SAID EL MOUDEN.
CARTA DE INTENCIONES DEL DIRECTOR...
Más de una vez me he cruzado por la calle con mendigos que solicitan unos céntimos y que encuentran, en la mayoría de los casos, no con el desprecio, sino con las miradas esquivas, la ignorancia y la apatía de la mayoría de los transeútes. Los indigentes representan esa otra cara de la moneda: son lo oculto, el subproducto que ha generado nuestra resplandeciente sociedad actual. Para muchos son fantasmas, seres a los que ni siquiera debe otorgárseles una existencia tan digna como lo es la nuestra. Para otros son vagos, seres despreciables que no se han amoldado a una vida organizada de salario y familia, personas que se han abandonado por desidia, pereza y abulia, a las que ha resultado más fácil vivir de la limosna que del sudor del duro trabajo cotidiano. Juzgamos a estas personas ignorando que tras cada una existe una historia particular, compleja y difícil siempre de analizar hasta sus últimos matices. Hoy en día, como casi siempre ha sucedido, no se acepta “lo distinto”. Se desprecia la horma fuera de norma, como al infectado del que hay que huir para que no contagie nuestra placentera vida, por muy falsa y acartonada que esta sea. Son tiempos de ideas únicas, de economías únicas, era globalizada de no aceptar otras culturas, otras religiones, otras formas de entender y entendernos. Tememos pánico al desorden, al caos, y los desheredados nos recuerdan que debemos permanecer atados al rictus de esta sociedad si no queremos acabar sin un duro, sin trabajo, sin amigos, tirados en la calle, solos o perdidos. “La Sombra del Sol”, en este sentido, es una metáfora que muestra a los que viven sin recursos y sin techo como “sombras” de nuestra “luminosa” sociedad de consumo, lugar espectral donde se marcan cada vez más las diferencias entre los que tienen mucho y los que no tienen nada, entre los que viven en la opulencia y los que deben luchar por un plato de comida cada día. Decidirnos a escribir este film no fue en ningún momento baladí. Teníamos la inquietud y el deseo de explorar un problema social como lo es el de la mendicidad, y queríamos hacerlo desde la perspectiva de lo genuino, sin espavientos de demagogia o panfleto, huyendo de los estereotipos chabacanos y, sobre todo, intentando acercarnos con cautela a los sentimientos más íntimos de unas personas que viven en estas condiciones en una gran urbe. Y para ello debimos buscar lo particular dentro de lo general, encontrar a unos personajes de carne y hueso que nos conmovieran con sus deseos, inquietudes y contradicciones. Desvelar desde dentro la compleja amalgama que conforman la vida de de unos indigentes y sus historias concretas no ha sido una tarea fácil. Nuestro premio será el haber podido convertir esta anécdota colectiva en un cuento universal que llegue a todos, sin pretensiones grandilocuentes, con la sencilla motivación que conduce al trovador, al novelista o al cineasta por acercarse con sus historias a sus respetables espectadores.