6 Noviembre 10. Isabel Coixet ha presentado esta tarde su documental ‘Aral, el Mar perdido’, dentro de la sección inaugurada este año en Sevilla Festival de Cine Europeo, ‘Cine y Ciencia’, y ante más de un centenar de asistentes que abarrotaron la sala.
En una presentación que ha tenido lugar en la Casa de la Ciencia, junto a Diego Mas Trelles, coordinador de la sección Eurodoc, Héctor Garrido, coordinador del servicio de cultura científica de la Casa de de la Ciencia, y Xavier Torras, miembro de la Fundación ‘We are water’, la directora de títulos como ‘Mapa de los sonidos de Tokio’, ‘Elegy’ o ‘Mi vida sin mí’, ha recalcado que la misión de esta cinta es “meramente didáctica”, ya que lo que ha querido mostrar es básicamente “una catástrofe medioambiental que ha sucedido por una errónea decisión política”.
Así, lo que cuenta este documental, narrado por Ben Kingsley (a quien la directora convenció en la pasada edición del Festival), es la historia de cómo una decisión humana, la de las autoridades soviéticas que consideraron que “hacía falta algodón”, llevó a convertir el Mar Aral “esa mancha azul enorme que aparecía en los mapas del colegio”, ha referido Coixet, en una “manchita minúscula”. Es decir, la historia que ha traído Coixet a Sevilla nace, en palabras de la autora, de “no creerme que un mar pueda convertirse en un desierto”.
Y esta denuncia es, precisamente, la que comparte con la Fundación ‘We are Water’ cuya misión, tal y como ha dicho Torras, “es concienciar de que los recursos hídricos son muy limitados” y de que por culpa del escaso mimo que se tiene sobre este bien natural “dos millones de niños mueren por beber agua contaminada”.
Lo que pone de manifiesto el relato de este ‘Mar perdido’ es la necesidad del agua como esencia de vida. Por eso, el documental comienza con imágenes en blanco y negro donde se puede ver toda la actividad que se generaba en esta zona (pescadores, lonjas, conserveros…), antes de que hace cuarenta años se desviaran estos dos ríos, el Amu Daria y el Sir Daria, que desembocaban en el mar de Aral tras recorrer más de 2000 kilómetros, para regar inmensos campos de algodón.
Una decisión que, como se dice en el documental, se hizo a toda prisa y con materiales de mala calidad y que provocó que el 70 por ciento de sus caudales se perdiera.
Durante décadas el Mar no recibió prácticamente agua y empezó a evaporarse. Su extensión es hoy menos de la mitad de hace treinta años y el nivel de agua se ha reducido en un 75 por ciento. Pero además, se utilizaron fertilizantes químicos para acelerar el crecimiento del algodón y esta zona se ha convertido en una de las más polucionadas del planeta hasta el punto que los niveles de enfermedades, malformaciones, mortalidad infantil y cánceres linfáticos son de los más altos del continente. Y ya, según se relata en el video, “nadie quiere algodón”.
Impacta, en este sentido, esqueletos de barcos oxidados anclados en arena, sin encontrar agua en la que navegar. Tan sólo un marinero que recuerda los nombres de alguno de ellos ‘el gaviota’ y que rememora entristecido cómo cuando le cuenta a su hijo la historia del mar que ha pasado a ser desierto, “me dice que estoy loco y cree que es una leyenda”, cuenta el marinero en la cinta.
Lo peor, como querido recalcar la propia Isabel Coixet, es que esto no ha sucedido por culpa del cambio climático, como ahora pretenden atribuir las autoridades de la zona, sino por una decisión humana. “Pero la memoria del mar es más terca que todas las interpretaciones de la historia”, dice Coixet en la cinta.