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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una vez más el cine retoma el tema de la pérdida de memoria de un personaje que le lleva al drama de la incomunicación y junto a éste otro recurrente como es la caza del nazi que se oculta en algún lugar de la América profunda. Ambos se dan cita en este largometraje, su thriller geriátrico como lo define su director.
El nonagenario y demente Zev Guttman, superviviente del Holocausto, descubre que Rudy Keirlander, el comandante nazi de las SS responsable de asesinar a su familia durante la Segunda Guerra Mundial en el campo de concentración de Auschwitz, vive ahora en Norteamérica con una identidad falsa, haciéndose pasar por un superviviente de aquel infierno, por lo que decide escapar de la residencia donde está internado y emprender un viaje para vengarse.
En ello se implica Max, un compañero y mejor amigo del asilo, que sufrió el mismo castigo que él, con el que hace un pacto para dedicar lo que les queda de vida a resolver ese asunto del pasado.
Max está demasiado débil como para salir del establecimiento hospitalario, puesto que está con respiración asistida postrado en una silla de ruedas, y sabiendo que Zev está perdiendo la memoria por padecer el mal de Alzhéimer le escribe en una carta todos los pasos que ha de seguir para dar con él, e incluso le facilita los hoteles y cuanto necesita para cumplir su promesa hecha a Ruth, su esposa, recientemente en el lecho de muerte.
Así Zev emprende un viaje extraordinario para encontrar al verdugo antes de que sea demasiado tarde.
La impactante verdad que le espera cuando finalmente se encuentre cara a cara con él, cambiará su concepto de la vida.
Un nuevo thriller del aclamado director canadiense de origen armenio de 'Cautivos' (2014), Atom Egoyan, sobre el alto precio del enfrentamiento a la venganza y a confrontar nuestro pasado, que tiene una gran fuerza dramática, jugando constantemente con el olvido que a Zev le produce la enfermedad, lo que origina cierto suspense al ser buscado por su hijo, que denunció su desaparición a la policía.
Tiene un original punto de partida cuya realización acompaña a la idea inicial, con un interesante guion del debutante canadiense Benjamin August, que ganó el premio Canadian Screen, con posibilidades dramáticas bien desarrolladas hasta su abrupto final que coge de sorpresa al espectador al descubrir la auténtica verdad del caso, aunque puestos rigurosos siempre se le podrían coger algunos fallos, en los que apoya un cierto suspense, que derrumbarían su argumento, no obstante no está falto de interés.
Christopher Plummer hace posiblemente uno de los mejores trabajos de su carrera, lleno de sensibilidad y sutileza, en el que expresa muy bien los vaivenes de la pérdida de la memoria y la conciencia de la misma. Extraordinario Martin Landau en el personaje de Max y una poderosa aparición de Bruno Ganz en un breve papel.
No era necesario el sorpresivo final de esta especie de road movie en viaje por Estados Unidos y Canadá, de corte dramático con esquema de thriller, con giros inesperados, que arranca de forma lenta y nos va atrapando poco a poco, que está bien filmada por Atom Egoyan que logra una película inteligente, que realiza de manera funcional, con dos buenos actores, director que anteriormente nos había ofrecido estupendos trabajos como 'El dulce porvenir' (1997) o 'El viaje de Felicia' (1999), que había bajado algo en interés en sus últimos productos y que aquí vuelve a remontar el vuelo con un logro importante.
Premio del público en el Festival de Mar del Plata. Premio Vittorio Veneto en la Mostra de cine de Venecia. Pasó también por el festival de cine de Toronto.
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