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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lenz, de profesión músico, regresa a París para encontrar a su único y verdadero amor, Madeleine, desaparecida en extrañas circunstancias. Allí conoce a Helen, una enfermera que perdió a su hijo pequeño y le resulta muy difícil recuperarse de esa tragedia y también a Lena, que se enamora perdidamente de él.
Una historia de amor que comienza en medio de una pasión dolorosa, de celos y autodestrucción. A medida que la búsqueda de ella continúa, se encuentra absorbido por el mundo subterráneo oscuro y cruel de la industria del porno.
Una película confusa y surrealista que pretende ser hipnótica y seductora, que no sabemos qué nos quiere decir, a la que le pesan sus dos horas y media largas de duración, en las que con frecuencia para pasar de una secuencia a otra recurre al cierre en negro algo que casi no se nota puesto que prácticamente toda la historia se desarrolla en la oscuridad de la noche, situación que también pesa en el ánimo del espectador.
El guion, con una narrativa fragmentada e ilógica, nos aporta escasa información sobre los personajes que deambulan de un lugar para otro sin que en ningún momento sepamos exactamente en dónde se encuentran y qué es lo que buscan en definitiva estos atormentados seres en medio de la noche.
Sobre su ánimo pesan un alma oscura y decadente y la pasión, el amor, el pasado, la pérdida de un ser querido e incluso algunas prácticas de snuff movie.
En su paso por el Festival de cine europeo de Sevilla, en la sesión de prensa, los espectadores iban abandonando paulatinamente la sala debido a su largo metraje y a la hora en que fue programada, algo que debería haber tenido en cuenta la organización del certamen.
A pesar de tener con éste cinco largometraje Philippe Grandrieux es un director desconocido prácticamente en nuestro país, tan solo Maustrière se programó el año pasado en el festival sevillano y la verdad es que a juzgar por éste su último film de momento y primero que le vemos, no resulta santo de nuestra devoción.
En su puesta en escena no repara en exhibir abundantes escenas de sexo explícito con una sexualidad enfermiza, siempre en la noche como vampiros sexuales, algo que resulta un poco provocativo y tampoco podemos juzgar mucho la interpretación de los actores siempre metidos en las sombras nocturnas.
La música electrónica, compuesta por el propio director trata de subrayar algunas escenas de forma excesiva y distorsionadora.
El director se muestra demasiado autocomplaciente en ese mundo de sombras en la noche en el que se desenvuelven unos personajes perdidos entre la pasión y el sexo por los tortuosos senderos de una ciudad por la que deambulan en busca de experiencias sexuales a veces con cierto morbo ya sea en orgías en medio de un bosque o practicando sadomasoquismo.
No es fácil de explicar el rompecabezas que es su tortuoso argumento y tampoco al parecer lo pretende pasando por lo abstracto y lo onírico sin atenerse a lo que tradicionalmente entendemos por cine.
Esto es un producto para festivales, nada comercial, carne de jurados, que no nos extrañaría nada que algo pescara.
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