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CRITICA
Por: PACO CASADO
El ganador de dos Oscar como actor por Mystic River (2003) y 'Mi nombre es Harvey Milk' (2008), Sean Penn, que decidió pasarse a la dirección con 'Extraño vínculo de sangre' (1991), nos ofrece ahora su quinto largometraje como tal y a juicio de crítica y público, es el peor de todos los realizados hasta hoy, en lo que estamos de acuerdo. Así se confirmó cuando recibió abucheos y reproches a su paso por el Festival de cine de Cannes.
Cuenta la historia de la doctora Wren Petersen, directora de una organización de ayuda humanitaria heredada a la muerte de su padre, que conoce al doctor Miguel León, un apasionado médico que ha dedicado su vida a prestar ayuda a los necesitados en Liberia, Sudán, Sierra Leona entre los países más peligrosos de ╡frica occidental.
Esta película es una notable muestra de que no bastan las buenas intenciones solamente para lograr los resultados propuestos, hace falta algo más, y eso es lo que le falta en esta ocasión a Sean Penn que siempre se ve metido en razones sociales y humanitarias, que hace de ellas esta historia.
El resultado es este retrato del horror que padecen los refugiados a manos de los guerrilleros rebeldes de esos países africanos siempre en conflicto en los que se sitúa la acción, en un relato bastante confuso, mal contado, en el que los flash backs están peor situados y embarullan más la narración.
Con lo que nos ofrece de esos horrores y la labor de los Médicos del Mundo se podía haber hecho un estupendo documental mostrando los sacrificios que éstos hacen, como dice el protagonista, y los padecimientos de los africanos en esos masivos campos de refugiados constantemente asediados por la guerrilla.
En su lugar se mezcla con una historia de amor superficial que entorpece más lo que se nos quiere contar y sus buenas intenciones, cuando en realidad debería centrarse en la labor que llevan a cabo entre médicos y voluntarios.
La doctora Wren es la hija del fundador de Médicos del Mundo y en una zona en conflicto conoce a Miguel, un doctor español, que centra su atención entre tratar a los lugareños y resolver sus problemas sin importarle poner su vida en peligro.
Entre ellos nace una relación que se superpone a la miseria de Africa, que se acerca a cualquier film gore por el realismo que se muestra en algunas escenas de las operaciones y cuerpos destrozados por los guerrilleros en sus ataques con momentos realmente crueles.
Los problemas de la cinta están en el trato paternalista dado a los africanos, los diálogos son escasos y tampoco importantes, con escenas primarias de terror de los desvalidos y su brutalidad animal. Malgasta un reparto que hubiera dado más juego con una materia más sólida de base, que pone buena voluntad en un ejercicio de profesionalidad, pero tienen poco a qué agarrarse para que su labor brille.
Lo mejor de esta historia entre personajes de una ONG en medio de un conflicto bélico actual es la estupenda fotografía de Barry Ackroyd de los campos de refugiados que toca la fibra sentimental y los estupendos paisajes envueltos en la música de Hans Zimmer.
Sean Penn peca de falta de ritmo a la hora de plantear su película, del buenismo al querer sensibilizar al mundo sobre esa problemática africana con tan buenas intenciones, que está entre la denuncia política sobre el papel de Occidente, que muestra las heridas y explota el dolor como reclamo, en un paisaje de horror y de muerte.
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