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CRITICA
Por: PACO CASADO
Uno de los directores más personales del cine francés y casi diríamos del cine mundial es Jean-Maurice Schérer, más conocido por su nombre artístico de Eric Rohmer, ya que su cine no tiene semejanza con ningún otro.
Ha seguido la línea trazada desde un principio y así ha logrado una filmografía coherente, independiente, sin someterse a las normas dictadas por la tiranía de la comercialidad, puesto que su cine resulta siempre barato de producir.
La serie que se planteó para la década de los noventa es la de los 'Cuentos de las cuatro estaciones', correspondiendo a cada una de ellas una de sus historias.
Puntualmente en verano, como quiere su autor, se estrena la tercera entrega, con un verano, un protagonista y todo un juego de seducciones.
Su protagonista es Gaspard un joven licenciado en Matemáticas, que compone canciones y confía plenamente en el azar, que pasa unos días en una playa en una habitación que le han dejado.
Está esperando la llegada de su novia, Léna, pero entre tanto conoce en una crepería a Margot, una guapa camarera, con quien conversa cordialmente y con la que trama amistad.
También se encuentra con Solène, una atractiva chica que le seduce que está empeñada que salga con ella.
El film comienza con una larga secuencia sin diálogos que es como un prólogo que sitúa el ambiente y común a todas las cintas de esta serie.
Luego nos llegan los abundantes diálogos tan característicos del cine de Rohmer y los constantes paseos por la playa, idas y venidas de los personajes, con una cámara que los sigue a todos lados.
El guion está estructurado a manera de diario, que va desde el 17 de julio al 8 de agosto, período vacacional en el que se plantean y resuelven los problemas de comunicación del apocado y tímido Gaspard, que se relaciona mal con los demás y especialmente con las chicas, y terminará acosado por las tres a las que dejará por la música o al menos la pone como excusa para salir del lío en que se ha metido.
El argumento va en un crescendo ascendente que prende al espectador cada vez más interesado por los líos amorosos del protagonista de los que sale de forma airosa e inteligente.
Si interesante es el personaje central que está siempre en escena, no menos lo son las tres chicas que con él se relacionan, cada una con un carácter y una personalidad muy diferente y a la vez complementarias.
Igual ocurre con las actrices, tal vez de aspecto corriente, se van haciendo cada vez más atractivas y ajustadas al tipo que cada una encarna.
Este viejo zorro de Rohmer demuestra que a pesar de sus 76 años se encuentra en plena forma, cuidando tanto exteriores como interiores, dirigiendo de forma natural a los actores y escribiendo una historia que es una profunda reflexión tan interesante como atractiva, en un muy cuidado guion.
La película hace pasar un rato delicioso disfrutando de buen cine.
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