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CRITICA
Por: PACO CASADO
Traer a colación en estos momento el neorrealismo italiano es algo desfasado, fuera de tono y de lugar, pero las necesidades obligan debido a las producciones que se están proyectando en las salas de arte y ensayo, películas prohibidas en su día, que más que de ensayo son obras de valor artístico que posiblemente así fueran considerada en su día.
'Roma, ciudad abierta' (1945) en un film avanzado a su momento histórico que se le puede considerar la madre del neorrealismo italiano, ese movimiento que surgió en el país de la bota a poco de terminar la ocupación de la que un fiel reflejo su argumento y un vivo documento.
Sus guionista y el director así lo vivieron y lo reflejaron, pasando múltiples apuros económicos y tropezando con mil inconvenientes para su rodaje, comenzando por la escasez de celuloide y de mala calidad, hasta tener que pedir un permiso para rodar un documental que finalmente se convirtió en una cinta con argumento que, en un principio, era muda, hasta que se pudo sonorizar.
Lo sorprendente es que hoy día la película sigue teniendo su valor, no sólo ya histórico como documento, sino también una enorme frescura en lo formal Para ser la primera del neorrealismo dejó bien trazadas las líneas por las que había de discurrir, reflejando una realidad sin dar soluciones, sino captando con la cámara lo que en el país italiano estaba sucediendo.
Todo esto hecho sin caer en lo melodramático, ni en la sensiblería, sino con una sequedad y objetividad poco corriente, sin que por ello falte el detalle humano y sin explotar los sentimientos fáciles, sino exponiendo los más nobles ideales humanos, como el heroísmo, la abnegación y el servilismo fiel a una causa y unos ideales.
En ella se refleja igualmente el sentir de un pueblo como el italiano y su gran seguimiento a la verdad, por lo que ha sido ponderada en multitud de ocasiones como el film más representativo de Italia de una época histórica de esta nación.
Su prohibición en España es un poco inexplicable, como tantas otras cosas en este sentido de la censura, con el único reparo de la colaboración del sacerdote en pro de una causa que no estaba de acuerdo con las ideas políticas imperantes.
Se había podido salvar fácilmente este inconveniente si se mira desde otro punto de vista y restado importancia.
Esto explica la tardanza de 23 años en llegar hasta nuestras pantallas sin una justificación de verdadero peso.
En el aspecto artístico la cinta hoy día ya no nos parece nueva, sino más bien trasnochada por la gran cantidad de ellas que sobre este mismo tema se han realizado.
Pero si nos situamos en su momento histórico, posee un gran valor, comenzando por el guion, bien estructurado, aunque con una cierta pérdida del interés hacia la segunda parte, quizás la más floja, pero ganando muchos enteros en el final, con la actuación del sacerdote.
No en vano está entre los firmantes del mismo el nombre de Federico Fellini, uno de los grandes guionistas del neorrealismo, aunque en aquellos momentos estaba aún en los comienzos de su carrera en el cine.
Sobria y justa la dirección de Roberto Rosellini y deficiente la fotografía, pero no achacable más que al mal estado del material como hemos apuntado antes, que dejaba bastante que desear en su calidad.
Muy buena la música de Renzo Rosellini y muy apropiada al tema de una gran belleza en algunos momento en su tema central.
En la interpretación merece ser destacad la labor de Aldo Fabrizzi en un papel tan sólo comparable a su trabajo en Vivir en paz, de Luigi Zampa, realizado con un aplomo y serenidad sin igual y dando toda la humanidad y entereza del sacerdote en los momentos de mayor dificultad.
Igualmente merece ser nombrada Anna Magnani, actriz que ya empezaba a destacar y que apuntaba grandes dotes artísticas que le llevarían a ser una de las actrices consagradas de la interpretación del cine italiano y universal.
Nominado al Oscar el guion.
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