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CRITICA.
Por: PACO CASADO
El director de origen checo, afincado en el cine americano, Ivan Reitman, comenzó destacando en la comedia consiguiendo éxitos como Desmadre a la americana (1978), Los incorregibles albóndigas (1979), El pelotón chiflado (1981), Los cazafantasmas (1984), Peligrosamente juntos (1986), Los gemelos golpean dos veces (1988), Poli de guardería (1990) y más recientemente Seis días y siete noches (1998).
En esta nueva comedia quiere romper con los esquemas del género y lo mezcla con la ciencia ficción, al tiempo que hace una parodia de los superhéroes, tipo Superman (1978) o Supergirl (1984), que también la hubo en su día.
Matt Saunders, que trabaja en una oficina de arquitectura, cree finalmente haber encontrado a la chica de sus sueños en Jenny Johnson, pero no sabe que se trata de G-Girl, una superheroina con superpoderes que acude en auxilio en todas las desgracias y accidentes que se producen en la ciudad.
Un día, cuando la chica saca su lado más excéntrico y posesivo, Matt harto de sus neuróticos caprichos, se plantea la relación y decide cortar con ella.
Pero no le resultará fácil romper con una mujer que puede volar, levantar coches y hacer agujeros en el acero con su visión térmica.
Esto hará que ella trate de vengarse de su ex-novio colgándolo de la Estatua de la Libertad, poniendo su coche en órbita por el espacio o lanzándole un tiburón vivo por la ventana.
En los últimos tiempos Ivan Reitman, uno de los maestros de la comedia en la década de los años 80, se ha apuntado a un cine fácil y comercial, como es el caso de Road Trip (Viaje de pirados) (2000), de Todd Phillips, pero sin calidad y aquí parece haber olvidado algo su buen hacer al no sacarle demasiado fruto al guión de Don Payne, habitual guionista de Los Simpsons, con sólo algunos gags que son efectivos, como las escenas de amor con una supermujer con sus poderes, y abusando de los tópicos.
El film, rodado en tan sólo cuatro semanas, cuenta además con el libreto de Don Payne, todo un experto del género fantástico, aparte de unos adecuados efectos especiales, pero lo mejor de la cinta es la frescura que rezuma la interpretación de Uma Thurman, una camaleónica actriz que ya ha demostrado lo bien que se desenvuelve tanto en el drama como en la comedia y aquí además pone de manifiesto sus cualidades para la acción demostradas en Kill Bill (2003), de Quentin Tarantino, junto a otra profesional del género como Anna Faris la protagonista de Scary Movie (2000).
Una comedia que vale simplemente para pasar el rato.
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