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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es una estupenda comedia negra, que tiene humor, amor, intriga, que retrata a la sociedad a través de los ojos de una veterana actriz de la etapa dorada del cine en Argentina, Mara Ordaz, que vive retirada de la sociedad en su gran mansión, donde recuerda sus buenos tiempos de gloria y lo hace con tres hombres cínicos y despreocupados, que lo fueron todo en el mundo del cine y hoy están prácticamente olvidados: Pedro de Córdova su marido, que es un viejo actor impedido en silla de ruedas, en el fin de sus días, que le acompañó en su carrera dejando la suya en un segundo plano, que se entretiene pintando y modelando figuras; Norberto Imbert, un veterano director que tuvo en sus manos a la estrella y Martín Saravia, un notable guionista cinematográfico que escribió los mejores diálogos para su lucimiento, y todos la ayudaron a triunfar.
Como decoración para una vida en decadencia una estatuilla dorada que le recuerda en todo momento sus triunfos y los aplausos del público que le adoraba, pero ha pasado el tiempo y han llegado las sombras, el silencio y el olvido.
Todos hacen lo imposible para conservar el gran caserón donde conviven desde hace muchos años entre risas y sarcasmos recordando los buenos momentos que pasaron juntos, cuando el éxito les sonreía y estaba de su parte.
Ella es una mujer caprichosa, lo que origina que se enfade o les regañe con frecuencia, pero son cínicos y adorables, siguen adelante unidos, están juntos entre humor, ironía, intriga y en compañía hasta que se dan de frente con la dura actualidad, la adulación fingida y la especulación.
Ese es el día en el que llegan dos ambiciosos jóvenes sin escrúpulos, Francisco y Bárbara, que piden ayuda, pero en realidad tienen un plan que consiste en quitarles todo por lo que han luchado durante años, lo que acabará por hacer que salten sus diferencias, pero no darán su brazo a torcer en ese enfrentamiento generacional, donde triunfa el más fuerte.
Es la adaptación de la película argentina Los muchachos de antes no usaban arsénico (1976), de José A. Martínez Suárez, entre cuyos reparto se encontraba Narciso Ibáñez Menta, el padre de Chicho Ibáñez Serrador, que se rodó en una situación política difícil debido a un golpe militar, con la que apenas tiene diferencias salvo el color, la actualización y unos veinte minutos más de metraje.
En la nueva versión los protagonistas han envejecido y de alguna manera hacen un canto a la vida y al cine.
En algunos momentos puede parecer una parodia del film clásico El crepúsculo de los dioses (1950), de Billy Wilder, que también iba de una antigua estrella de cine que había perdido el brillo y estaba desesperada por obtener de nuevo la fama perdida.
Es muy irónica, no se hace pesada a pesar de las dos horas largas, con diálogos sarcásticos que hacen sonreír, aparte de algunos giros inesperados que le da un mayor interés a la trama, ya que lo que comienza como una comedia divertida sobre la amistad y el amor, en el último tercio se convierte en un emocionante thriller.
Es como un duelo, el que se establece entre el grupo de ancianos, que son muy inteligentes y que tienen mucha ironía y los dos jóvenes ambiciosos que están dispuestos a todo, que tienen varios ases en las manos para poder salirse con la suya.
Hay momentos en los que se pasa de la risa al engaño de forma casi mágica, pero no es difícil cuando está tan bien escrita.
Posee unos notables actores, una buena historia y es muy apta para pasarlo estupendamente.
La madrileña Clara Lago ya había hecho cine en Argentina en Al final del túnel (2016) con un notable acento porteño que ha vuelto a recuperar para este nuevo papel en el que está estupenda, frente a esos cuatro monstruos argentinos que son Graciela Borges, Luis Brandoni, Oscar Martínez y Marcos Mundstock.
Teniendo a estos actores en escena poco tiene que hacer Campanella en su octavo título más que fijar las posiciones de cámara y en ello se luce.
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