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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es la historia de la batalla de Iwo Jima librada entre los Estados Unidos y el japón imperial durante la Segunda Guerra Mundial, narrada desde el punto de vista de los nipones que pelearon contra ella.
En Rashomon (1950) cuatro personajes daban sus distintas versiones de un mismo hecho, en este caso Clint Eastwood nos da dos versiones desde dos puntos de vista, de cada uno de los contendientes, de una misma batalla, a través de Banderas de nuestros padres (2006) y de 'Cartas desde Iwo Jima' (2007).
Si en la primera nos daba el punto de vista de los vencedores y se apoyaba en una imagen, la de la bandera en el monte Suribachi para hacer propaganda a través de unos héroes fabricados que son utilizados para la venta de bonos bélicos para mantener una guerra, por ocultos intereses de estado, en esta ocasión es la perspectiva de los vencidos, y para ello se usan unas cartas escritas por los soldados japoneses desde el frente que son enterradas por uno de ellos, que nunca llegaron a su destino, tal vez con la idea de que algún día fueran encontradas y se supiera de la humanidad de aquellos hombres que allí lucharon por defender un Imperio que se sabía en inferioridad de condiciones y que admitía que tendría la batalla perdida.
Pero a pesar de ello se les exige el sacrificio de sus vidas, el luchar hasta morir por la gloria de una patria que no mira por ellos, que han sido arrancados de sus familias para meterlos en una guerra inútil por el estúpido orgullo del honor.
Si en Banderas... se usaban los flash backs para darnos una imagen del combate, aquí se utilizan para ofrecernos la intimidad de los hogares de estos soldados o la simpatía del general Kuribayashi por los Estados Unidos donde fue formado y premiado.
Las dos películas tienen un mismo look en cuanto a lo gris de la fotografía a tono con el oscuro color de la tierra que pisan, la misma sobriedad en las imágenes o en la propia música que denota en este caso un cierto tono de melancolía por la pérdida de la batalla.
El guion utiliza a varios personajes a los que sigue como hilo conductor del relato, entre ellos Saigo, el práctico panadero que sueña con volver con vida para conocer a su hijo, el Barón Nishi campeón de la equitación nipona que intervino en una olimpíada, el soldado Shimizu de la policía nacionalista y el general Tadamichi Kuribayashi del que Ken Watanabe hace una auténtica composición.
A través del mismo se nos da el distinto comportamiento con los prisioneros de uno y de otro lado, con otras perspectivas morales incluso, con otra idea de la guerra, de la vida y de la muerte, siempre en busca de la gloria, de los suicidios, los intentos de deserción, la soledad ante la batalla.
Una batalla que duró poco más de mes y medio y que costó más de veinte mil vidas japonesas y unas seis mil norteamericanas.
Un espléndida dirección de Clint Eastwood completa sus méritos. Ganó el Oscar al sonido y el Globo de Oro como mejor película de habla no inglesa. Mejor película extranjera de la Academia del cine japonés. Premio Bodil. Premio Hollywood al montaje. Nastro d'argento como película no europea.
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