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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hace un par de semanas teníamos ocasión de volver a ver en una televisión la estupenda película de William Wyler Horas desesperadas (1955), en la que tres fugitivos de un penal se refugiaban en la casa de una familia a cuyos componentes retenían como rehenes hasta que les llegara una ayuda para poder huir.
Este film nos la ha recordado tremendamente ya que parte de una situación muy similar, aunque su desarrollo sea totalmente diferente y la calidad también.
En este caso tiene un previo, que no vemos, en el que tres delincuentes cometen un atraco en el que obtienen como producto del mismo unos veinte mil dólares.
Uno de ellos muere en el intento y los otros dos, Mathias y Jamie, que son hermanos, de muy distinta condición y carácter, huyen en un coche con la idea de pasar la frontera con México antes de que amanezca.
Por el camino se detienen a repostar gasolina y en un tiroteo con el dueño de la tienda, Mathias resulta herido de bala en una pierna, por lo que buscan a un doctor que le cure la herida.
En una clínica dan a la salida del turno de noche con Rich, un médico que lo ha perdido todo debido a un error cometido en una intervención quirúrgica y se ha tenido que ir a vivir a casa de sus padres, Frank y Rachel, con su esposa Jan y su hija pequeña Riley, a los que toma Jamie como rehenes, mientras el doctor interviene a su hermano, operación que se muestra con un gran realismo.
A diferencia de la anterior cinta citada, en esta ocasión no se limita a cubrir toda la acción en el interior de la casa, una gran mansión con una amplia parcela de vegetación, por donde tendrán lugar algunas de las situaciones en que se ve envuelto, especialmente el desquiciado Jamie, que es el más violento y el único que puede andar y tratar de mantener a raya a sus secuestrados.
E ntre ellos se encuentra Frank, el padre de Rich, que es un antiguo sheriff ya jubilado, dada su edad, que no se priva de revivir viejos tiempos y entrar en acción, e incluso de echarse una peligrosa carrera en coche con Jamie en un intento de fuga de la mansión.
Nos agrada ver que de vez en cuando alguien se acuerda de hacer un thriller a la usanza clásica sacándole partido a una situación casi única, aunque aireada con algunas salidas al exterior para refrescar un ambiente, que con bastante frecuencia nos ofrece interesantes escenas de acción y otras de suspense que hacen que la atención del espectador no decaiga en ningún momento de la narración.
En cuanto al ingenioso guion es casi inevitable que caiga en el tradicional tópico de que el criminal nunca gana, aunque a veces sí lo haga, pero no ocurre así en esta ocasión.
La dirección corre a cargo de Matt Eskandari, un cineasta de origen iraní, asentado en los Estados Unidos, desde que era un niño cuando emigró con su familia, en donde estudió cine, siendo éste el quinto largometraje que dirige en el que mantiene bien el ritmo, la agilidad de la cámara y saca partido de los pocos actores que intervienen en el escaso reparto que tiene a sus órdenes.
De todos ellos el más conocido es Bruce Willis, un actor que ya se va haciendo mayor y como tal le están reservando papeles acordes con su edad, lo que no le priva de poder entrar en acción si el argumento lo requiere, como ocurre en esta ocasión.
Los demás se comportan adecuadamente a la tarea que les ha sido encomendada en cada caso, aunque no deja de ser una película menor de corto presupuesto, con un resultado discreto.
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