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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hace unos años la película Aeropuerto (1970), dirigida por George Seaton, supuso un gran éxito comercial, lo que en Hollywood supone que se le puede seguir sacando partido, y eso es lo que motivó continuar con una serie sobre estos temas, encontrándonos ya en la tercera entrega.
Todo el secreto está en dar con la fórmula y repetirla en las siguientes secuelas, con ligeras variantes.
Tras los apuros de los pasajeros al haber sido colocada una bomba que estallaría en pleno vuelo en la primera, el choque de dos aviones en aire en la segunda, es ahora en esta tercera el primer viaje inaugural de un fabuloso modelo de avión, un lujoso Jumbo-747 dotado de todo lujo y confort, cargado de obras de arte y distinguidas personalidades.
El Dos Tres Sierra es un aparato de colosales proporciones, dotado de los más adelantados y modernos medios de navegación y de refinadas comodidades.
Es un ejemplar único de la Stevens Corporation, cuyo presidente es Philip Stevens, un magnate de la industria aeronáutica y uno de los mayores y más importantes coleccionistas de pinturas del país.
Se trata del intento de secuestro de esta fortaleza volante, con cocina, bar, sala de conferencias y mil detalles más.
Algo fabuloso y fuera de serie como sólo los americanos saben hacer a la hora de echarle imaginación y sobre todo dólares.
El vuelo transcurre con normalidad hasta que, de pronto, el pasaje entra en un letargo provocado por un gas, lo que supone el primer paso del plan para apoderarse de las obras de arte.
Pero las cosas salen mal y el avión cae al agua en la mitad del océano, justamente en el triángulo de las Bermudas, debido al sabotaje llevado a cabo en su interior.
Esto provoca una desesperada operación de rescate para intentar salvar a las personas y los cuadros antes de que se inunde el avión.
Todo consiste en poner a un puñado de personas en una situación límite, con la certeza en el espectador de que al final se salvarán una buena parte de ellas.
La intriga de este film está basada en la angustia que pasan estos pasajeros y la incógnita de saber cómo se salvarán y quiénes caerán en el empeño.
La cinta está realizada con ese derroche de medios y con la habilidad técnica que es habitual en el cine de Hollywood, con un buen plantel de grandes estrellas.
Tiene el cuidado trabajo de una serie de especialista en trucos y efectos especiales de Frank Brendel, lo que unido a un buen lanzamiento publicitario hace que despierte, una vez más, el interés del público que gusta de estas producciones tan espectaculares.
Una vez más el cine norteamericano demuestra que no ha perdido sus buenas maneras y que sabe atraer al espectador, distrayéndolo durante casi dos horas.
Jerry Jameson, como director, coordina el tinglado tratando de salvar el espectáculo, sin poner nada más de su parte.
John Cacavas en la música repite algunos de los temas anteriores de la serie.
El interés se dosifica bien y en este sentido el logro propuesto se consigue sobradamente, y una vez más acertaron, por lo menos en cuanto al impacto en el público, no así en lo referente a su calidad cinematográfica.
Nominada la dirección artística y el vestuario.
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