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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los increíbles avances que está consiguiendo la genética moderna tras experimentar en seres vivos, de momento están quedando reducidos fundamentalmente a plantas y animales, ya que algunas consideraciones de tipo moral, religiosas y políticas hacen que con los seres humanos estas mutaciones y variantes están prohibidas y sean casi inexistentes.
Pero mucho se ha especulado sobre los experimentos que los médicos nazis pudieron haber hecho en los inmensos laboratorios vivientes que fueron sus terribles campos de concentración, en los que hacían toda clase de barbaridades con los prisioneros allí recluidos.
Barry Kohler un joven cazador de nazis norteamericano, que vive en Paraguay, persigue a un grupo de ex oficiales de la SS a finales de la década de los años 70, que está liderados por el doctor Joseph Mengele, un conocido miembro del partido nazi alemán y uno de los médicos más crueles del campo de Auschwitz, que escapó y se refugió en Brasil tras la caída del Tercer Reich.
Otro viejo cazador de nazis, Ezra Lieberman, en principio no se interesa por los hallazgos de Barry Kohler, pero cuando hace indagaciones en Europa y Estados Unidos, descubre un siniestro y extraño complot nazi en el que planean reavivar el Tercer Reich.
En 'Los niños del Brasil' (1978), tanto en la novela de Ira Levin, en la que se basa el guion de Heywood Gould, como en la película, se nos cuenta la historia de un experimento, sin duda algo exagerado y llevado a límites poco menos que increíbles, mediante el cual un médico nazi llega a fabricar hasta noventa y cuatro copias clónicas o genéticas de Adolfo Hitler.
Con este fondo argumental se nos ofrece un film que tiene un buen ritmo narrativo y una factura realmente impecable, en la que frente a los personajes negativos encontramos la contrapartida del anciano austriaco, perseguidor implacable e incansable de criminales nazis, que es encarnado en esta ocasión por un envejecido Laurence Olivier.
El director de esta cinta Franklin J. Schaffner cumple bien su cometido con una gran profesionalidad, pero se queda ya bastante lejos de sus primeros largometrajes, como fueron El señor de la guerra (1965) y sobre todo el estupendo El planeta de los simios (1968), para inscribirse esta vez en el capítulo de sus obras de corte más comercial, como posteriormente hizo con Patton (1970) o Nicolás y Alejandra (1971), en cuya corriente podríamos colocar esta interesante pero sin lugar a dudas exagerada historia de estos niños fabricados en Brasil.
En definitiva, una película de suspense que divierte y entretiene, realizada con buen gusto que se puede considerar por encima de la media de las producciones de este género.
Premio IFMC a la música de Jerry Goldsmith. Premio NBR a Laurence Olivier. Nominados al Ocar Laurence Olivier, la música y el montaje. Nominado al Globo de oro Gregory Peck. 5 nominaciones de la Academia de Ciencia ficción.
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