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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cada vez se producen más asociaciones cinematográficas, unas veces entre países europeo con sudamericanos y otras entre los del viejo continente, como ocurre con esta producción que comentamos entre Bulgaria y la más potente Francia.
En esta ocasión se trata de una película de skeches, que está formada por tres de ellos, pero con la curiosa particularidad de que se trata de un mismo personaje cuya vida está tomada en tres momentos de su existencia.
La primera cuenta lo que hace Petar, que así se llama, cuando tan sólo tiene ocho años de edad y se pasa un verano en el campo, en la región de Razdel, al sudeste de Bulgaria, en compañía de su poco hablador abuelo, un pastor que cuida de un rebaño mixto de ovejas y cabras a las que cada día saca al campo para que pasten y se alimenten.
Su vida es bastante aburrida entretenido en ir descubriendo algunos aspectos de la naturaleza en todo aquello que le rodea y con frecuencia le pregunta a su abuelo cuándo se podrá marchar al pueblo y por qué no viene su hermano en su lugar.
Se entretiene en vagar por el campo, ir a por agua y poco más.
El segundo relato toma a Petar a los 18 años cuando su sensible espíritu ha de hacer frente a cumplir con el ejército de la República Popular de Bulgaria.
Comienza con el casamiento de Petar y tras la noche de boda, al día siguiente se marcha para cumplir el servicio militar en la marina donde le vemos hacer los ejercicios de la instrucción y presentarse voluntario para ir a la isla de San Iván donde se dedica a contemplar a las gaviotas.
Un día extrañado de su actitud contemplativa su jefe de batallón le ofrece poder ascender a oficial, pero él, que no ha ido ni al nacimiento de su hijo, le responde que va a ser pastor como su padre y su abuelo.
El tercer capítulo nos muestra a Petar con 82 años, solo en el campo, sigue cuidando su rebaño y de vez en cuando habla por teléfono con su hermana, que está enferma, que le insta a que deje el campo y se reúna con los ancianos en el café del pueblo, pero se niega, mientras empieza a esperar el final de sus días cuando el río de su vida va dejando de correr y una fuerza invisible lo empuja hacia la muerte.
Si aburrido es el primer episodio, no menos lo son el segundo y el tercero, prácticamente con un único personaje en pantalla en el noventa por ciento de los largos minutos de metraje, sin apenas diálogos y en la parte final con un texto un tanto reflexivo en voz en off.
Está filmado a base de planos fijos excesivamente largos y la mayoría, por no decir todas las veces, sin ninguna acción, más que el personaje silente contemplando las gaviotas, divagando por el campo tanto de niño como de joven o anciano.
El cineasta búlgaro Kamen Kalev es el responsable del guion y la dirección que hace con éste su cuarto largometraje, tras filmar tres cortos y un fragmente de un film colectivo, donde trata de hacer un homenaje al ser humano, a la naturaleza y a la vida, pero nos da la impresión de que ha elegido el método equivocado.
Gracias a que tiene una bonita fotografía de los paisajes por donde deambula Petar se hace un poco más agradable, con alguna canción folclórica o temas de música interpretados a la guitarra o al piano.
Personalmente no creemos que esta sea la mejor forma de contar la vida de una persona desde la infancia hasta casi su muerte algo que pudiera haber sucedido cuando le coge una gran nevada en medio de la nada.
La poesía de este relato no la vemos por ningún lado y tal vez la lectura de esta crítica sea más divertida que ver este film.
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