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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hace ya algunos años llegó a las carteleras españolas la primera parte de esta trilogía a la que se le cambió el título original por el de Vicios pequeños (1978).
Poco tiempo después apareció la segunda parte esta vez con el título de La jaula de las locas (Vicios pequeños 2) (1980) y ahora, importada por una distribuidora distinta a la que trajo las anteriores, nos llega 'La jaula de las locas 3: Ellas se casan' (1985).
De nuevo se nos ofrecen las aventuras de esta insólita pareja de homosexuales que corresponden a los nombres de Renato Baldi y Albin Mougeotte.
En este caso, el segundo de ellos, que se ha otorgado el nombre artístico de Zaza Napoli, cuando actúa en el cabaret de Saint Tropez, que lleva el título de La cage aux folles, es nombrado heredero de Emma, una tía lejana que tenía en Escocia, que acaba de fallecer, a condición de que contraiga matrimonio y tenga un bebé en el plazo de dieciocho meses para así perpetuar el apellido de la familia.
El problema que se le plantea al pobre hombre es mayúsculo, ya que no tiene ni la más remota intención de casarse con una mujer, pero su compañero Renato no está dispuesto a perder la buenísima oportunidad de no tener que seguir sufragando las deudas del cabaret, que está al borde de la quiebra, y ve en ello la gran ocasión de obtener la bonita fortuna de diez millones de libras y una gran hacienda con castillo incluido con esa herencia, por lo que hará todo lo imposible por cumplir las condiciones del testamento si quiere salvar el local.
Nuevamente se juega con las divertidas peripecias que les ocurren a estos dos siniestros personaje y los problemas que se les plantean que componen en esta ocasión toda la trama de esta película y la manera de resolverlos.
El film está realizado con más oficio que inteligencia a cargo de un nuevo director, Georges Lautner, un cineasta artesano que es más habitual en títulos policíacos y violentos, que sucede en este caso a Édouard Molinaro que se encargó de realizar las dos primeras entregas.
La cinta interesa más por la interpretación que llevan a cabo Ugo Tognazzi y Michel Serrault que por la puesta en imágenes y su argumento que se intuye rápidamente, que tendrá un previsible final feliz, llegando a la conclusión a base de sucesivos trompicones en la narración.
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