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CRITICA
Por: PACO CASADO
La fórmula ideada por Akira Kurosawa en 'Rashomon' (1950), ha sido utilizada en varias ocasiones a lo largo de la historia del cine. Citemos como ejemplos el western 'Cuatro confesiones' (1964) de Martin Ritt, con Paul Newman y Claire Bloom o más recientemente el film bélico 'En honor a la verdad' (1996), de Edward Zwick, con Denzel Washington y Meg Ryan.
Lo que sí es novedad es el abuso que hace el británico director de 'Omagh' (2004), Pete Travis, en esta ocasión en su primera cinta norteamericana.
Buen conocedor de España, después de visitar varias ciudades, Madrid, Sevilla, se enamoró de Salamanca y situó allí el guion escrito por Barry Levy sobre un atentado al Presidente de los Estados Unidos.
Los productores lo eligieron tras ver lo que había hecho con un atentado real en en su ópera prima, Omagh (2004), donde en 1998 el IRA asesinaba a 30 personas.
Afortunadamente este es totalmente inventado.
El primer mandatario de Estados Unidos acude a Salamanca a una cumbre contra el terrorismo y es víctima de un acto de esa clase que es contemplado desde ocho puntos de vista distintos, con lo que la breve anécdota se repite en otras tantas ocasiones avanzando únicamente en algún pequeño detalle lo que hace monótona tanta repetición.
Tan sólo en el último relato, en el que se pierde el punto de vista subjetivo, se aclaran las cosas, comenzando a ganar en interés curiosamente cuando la narración se hace más convencional y tópica.
Travis saca buen partido de las escenas de acción y de las persecuciones filmadas con buen pulso televisivo, en cambio aquí notamos mucho que los extras son mexicanos, ya que allí se rodó y se reconstruyó por entero la Plaza Mayor de Salamanca, que es lo mejor del film junto al correcto trabajo de los actores más veteranos como Dennis Quaid, Sigourney Weaver o Forest Whitaker, personaje que tiene un punto de humanidad y defiende a la familia.
No pasa de ser curioso y entretenido.
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