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CRITICA
Por: PACO CASADO
Paul Newman debutó como director de un largometraje con 'Rachel, Rachel' (1968) a la que siguieron 'Casta invencible' (1971), 'El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas' (1972), que es la mejor de su corta carrera en la dirección hasta este momento, cuyo cuarto título de su filmografía como tal es Harry e hijo (1984), en el que asume además el protagonismo y es también el coguionista.
Es una historia íntima, humana, la de Harry Keach, un hombre que lleva dos años viudo, que vive con su hijo, que trabaja como operador de gruas de demolición en una empresa de la construcción que un día es despedido por los problemas que tiene en la vista.
Está pasando unos malos momentos por motivo de salud cuando de manera involuntaria casi mata a un compañero y decide buscar un nuevo trabajo.
Tiene un hijo adolescente, un tanto irresponsable, que no acaba de comprender el mal humor de su padre, sobre todo cuando le aconseja que busque trabajo.
Además el chico sueña con ser escritor, pero solo le confía este deseo a su amiga Katy.
Esta es una de las películas más personales de Paul Newman, que en este caso se puso delante y detrás de las cámara en este poderoso drama con tintes autobiográficos.
El film es un lento discurrir por la vida de estas personas, sin apenas historia que contar, deteniéndose en algunos detalles familiares sentimentales superficiales que no hacen más que ilustrar una vida algo vacía de un hombre que, por su carácter y su forma de ser, se queda solo en la vida, aunque los demás tratan de ayudarle.
La cinta es un homenaje al hijo que Paul Newman perdió a causa de una sobredosis de droga.
El chico está enamorado de su padre y éste a su vez trata de que no saque sus defectos.
La relación padre e hijo es bonita, aunque la historia no interese demasiado, entre otras cosas debido a una cansina realización.
Paul Newman como actor y su esposa en la vida real, Joanne Woodward, están estupendos.
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