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CRITICA
Por: PACO CASADO
Desde que desaparecieron los grandes directores del cine americano murió con ellos el mejor estilo de comedia y cada vez se echan más de menos sus divertidas obras.
Sandra Bullock, una de las actrices mejor pagadas de Hollywood, se produce sus propias películas y ahora le ha dado por pasarse a este género, en el que no acaba de encontrar la fórmula que las haga originales y se basan, una vez más, en lo de siempre.
Temas como la lucha de sexo, chico encuentra chica, se pelean y terminan juntos o la de la chica pobre, especie de cenicienta que tropieza con el chico asquerosamente rico y acaba con previsible final feliz.
Esta última vertiente, con pequeñas variantes, es la que se emplea en esta ocasión.
Ella es Lucy Kelson, una educada abogada de Harvard, que sigue los pasos de sus padres de la misma profesión, que defiende los derechos humanos, las causas perdidas y a los débiles, y él George Wade, un solterón millonario que derriba edificios para hacerse cada vez más rico, que es la cara pública de la Wade Corporation con sede en Manhattan.
Un día ambos se enfrentan por una causa común.
Ella termina trabajando para él a cambio de manejar los fondos de la compañía que dedica a las causas benéficas, y llega a hacerse imprescindible para él que la toma como ayudante más que como una asesora legal.
Marc Lawrence, tras hacer algunos guiones que interpretó Sandra Bullock, ahora ella le ofrece la oportunidad de debutar en la realización y dirigirlos él mismo, logrando algunas escenas divertidas en este previsible argumento y flojo guion pensado para el lucimiento de la pareja con un Hugh Grant que parece que va corrigiendo sus mohines y parpadeos habituales.
Se pasa un rato agradable si no se le pide más que eso, disfrutar con la pareja y los problemas que afrontan.
Premio ASCAP para la canción Big yellow taxi, de Joni Mitchell.
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